jueves, 3 de junio de 2010

Yo era un ser lluvioso y quería morir en París con aguacero.

Brindar con tal ímpetu que se parten las copas. Que caiga el cristal al dorso de la mano como beso engreído. El tajo menudo, el tajo sangra. La misma sangre que acarrea el pulso de la palma que, una vez, sobre tu palma, propagó el deshielo. Hielos en los vasos fermentando las tonterías que mejor nos hacen subsistir. Líquido asociado a la mesa, a las ropas, a la herida abierta. Agua que una vez sorteó la montaña, escaló alto, se desplomó. Paracaidismo vertical de las gotas en los escotes. Un sobresalto, un jodermehecortado, la piel resentida por el aire que ulcera. Úlceras acumuladas por los siglos de los siglos bajo los signos de interrogación. La saliva que desinfecta la apertura, la misma que sosiega tu hambre, la misma que se prolonga para darle cuerda a la conversación. Las palabras que aplastan las bocas, las bocas a los vasos, los vasos a la penumbra, la eterna oscuridad de los callados. Recuperar el hilo y olvidar el manojo de vidrio en el suelo. Suelo abatido, zarandeado por pies saltando, resignado bajo pies solitarios, edulcorado entre pies al vaivén del sentimentalismo.-Y qué bobadas son esas de ponerse cursis entre bebida y bebida. No nos amariconemos, que no estamos tomando vino, por el amor de Dios-. Dios en el que no creo, las agujas flacas de los relojes que nadie mira no revelan la hora. Alguien propone alzar el vaso para desear alargar las vidas. Pero yo mantengo que quiero morir en París con aguacero. De ese que viene del destripe de una nube, de un vapor, de un resquicio de una roca en cualquier parte. Que alivió la fisura de una mano de mujer, que una vez derritió el eco congelado de la mano de un hombre, unos minutos antes de que empezara a amanecer.




Paula Sanz.

1 comentario:

  1. Me encanta cuando consigues sacar textos enteros de una décime a de segundo en la vida real, lo prosaico de todo (recuperar el hilo y olvidar el manojo de vidrio en el suelo) y al mismo tiempo la importancia que adquiere todo por el mero hecho de merecerse ser un texto, la impersonalidad de los que participan y de repente un yo que despega. Muy particular, Paula ;) Y chapeau a la parte de "Las palabras que aplastan las bocas, las bocas a los vasos, los vasos a la penumbra, la eterna oscuridad de los callados."

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