o la liturgia de las presentaciones.
Lassitude (1896), Lautrec. La femme à huis clos.
[...] Me igneas de cerca: no te había planeado
tortuoso de nariz, cobre de tez
ni tajante de mentón. De mi sed,
que responda tu incendio encanallado.
Dispensemos lo consuetudinado:
—«Encantada de» poderte distraer.
—Tú te ríes y yo «tengo el placer».
—«Te presento a» las horas que he pasado
pensándote antes*.
*Traigo la tarea
hecha de casa, como ves.
Estrechar
manos es una broma de mal gusto
cuando las estrecheces escasean
y el tacto acata lo protocolar. [...]
(He aquí lo que subyace a un «hola» etrusco.)
paulasánchez
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