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Somos vírgenes del horror, igual que del placer.
[Louis-Ferdinand Céline]
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A
ver, que me parece que tú te has olvidado de nuestra electricidad y me
parece que yo me he olvidado de ignorarte. Y yo, desgraciada de mí,
intentando recordártelo entre copas de champagne pero ya se sabe que en
momentos de elegancia una no puede lamerse los labios para provocar. Qué
sensación extraña, la de no reconocerte. La de verte más guapo, la de
verte mejor y notar que era yo la que se hundía con toda la flota. No sé
bien cómo pero mi agua pasada sí que mueve molinos. A mí me movías los
molinos ayer a lo lejos, casi imperceptible entre la gente, tú, que
antes siempre estallabas como núcleo de magma activa, y fíjate que
cuanto más te callas, más me gustas. Y
pasaban más y más bandejas, y me rozaban más y más vestidos, y nunca
estabas tú detrás de las personas, nunca te oía venir. Te lo perdiste tú, y me lo perdí
yo también, y de paso, dimos un espectáculo mudo digno de un aplauso.
Después
de este tiempo, no hubieses encontrado en mí a una mujer preferible, ni
a una mujer que habiéndote reflexionado, decidiera quererte con el
corazón en una mano y el útero en la otra. Yo
vivo muy tranquila con mi lema de que la mancha de mora roja con mora
verde se quita y lamento decir que no te hubiese prometido mi intensa devoción anoche. Pero
mezclé tres tipos de tinto porque tuve el buen gusto de procurar
anularte en silencio, para mis adentros, con esa neblina de flojera que
sonsaca el vino. Curiosa tarea, la de verte arrojar mis gozos a un pozo.
Y cuando bajaron las luces, me dieron ganas de arrancar todo mi encaje rojo,
prenderle fuego, hacer un giro teatral, fingir un desmayo y despertarme
con tus manos en mis hombros. Qué quieres que le haga, me tuve que
conformar con quitarme los zapatos. No sé qué decir que no nos hayamos gesticulado ya.
Quizás que desde tí, he vuelto a nacer; me lo dicen las blancas líneas
de mi melancolía. Y
yo, desgraciadísima de mí, viéndote huir como enemigo por puente de
plata, en esa ráfaga última de tu perfil a contraluz.
Allí me quedé, con
el maquillaje a medio enloquecer, los pies helados, la vida acelerada.
¿No dices nada?, pensé. No dices nada. No dijiste nada. Allí me quedé.
Paula Sanz.
Me encanta la última canción que has puesto, reo que esta chica ya había aparecido antes en nuestros greatest hits?? Es fantástica.
ResponderEliminarPor otro lado, GRACIAS por escribir esta entrada.
Me ha encantado ver a toda la población femenina de este planeta concentrada en veinte líneas. No conozco a NADIE que no se haya tenido que morder los puños después de rechazar algo... es tan humano por tu parte admitirlo que nos hace automáticamente al resto sentirnos algo mejor, porque, ya te digo, yo entradas de estas las he vivido a pares dans la vie hors le blog :)
LIKE: Above all, la humildad del autor, por encima de la belleza estética.
Grande, Paula. Veo que seguís a tope. Me alegra mucho.
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