miércoles, 11 de enero de 2012

Our blatant disrespect for the practice of mercy.

                                C. Manuel, Premio Ortega y Gasset 2010

Me alejas de Dios.

Defectos tengo a pares, la verdad sea dicha: me muerdo las uñas, cuando vuelvo tarde de fiesta me da pereza lavarme los dientes, a veces no me preocupo por limar mi forma de rebatir las ideas ajenas y, peor que todo eso: tengo una pasión casi obsesiva por aprender.

Por lo demás, considero que no soy mala gente: mis propósitos de año nuevo son no morderme las uñas, conseguir que cada persona con la que me cruce se ría al menos una vez durante la conversación y tener un consumo más responsable. Que me cronometro hasta el tiempo que paso en la ducha, vaya, porque leí que si tardas cuatro minutos en vez de los ocho habituales se ahorran 12.000 litros de agua al año. Me fui de rebajas el día antes de que Zara destinase 1,8 millones de euros en proyectos sociales para compensar por las condiciones de esclavitud a las que sometía a su plantilla brasileña. Al día siguiente fui a devolverlo todo menos unos vaqueros que necesitaba. Aún me reconcome lo de los vaqueros.

Yo sabía que la conversación iba a abordar lo de que nuestro telediario se quedaba ahí y le tenía una pregunta preparada: ¿has sido más feliz sin mí estas dos semanas? No he necesitado plantearla, porque tan pronto he asegurado eso no es un problema, es casi mejor según mis principios que no hagamos nada su reacción me ha recordado a cuando los parlamentarios dan una respuesta inconexa con la anterior acometida verbal; es decir, que traía la intervención preparada de casa. Lo cierto (lo triste) es que he tenido que verbalizar por él que ansiarle antes y aceptar no ansiar después es una incoherencia por mi parte digna de su desconfianza. 

Yo, en su lugar, hubiese pensado joder, qué chica más genial: comprende que para mí es importante y prefiere plegarse a tirarnos por la borda. Qué monstruos somos que a la felicidad ajena, a la bellísima incapacidad humana de controlar la necesidad mutua de amor, la hemos seguido de remordimientos y a ese remordimiento le hemos llamado dios.

Yo creía que compartíamos el mismo. Sin embargo, el mío no causa desasosiegos cuando admiras a alguien con la boca y con las manos. Que sepas que si te he quitado la ropa era para facilitarle a mi dios la tarea de apreciar su obra.

Mi dios me hizo de frente, me hizo de piel y me hizo pequeñaja para que disfrutes de mí cada poro: el hombre y la mujer, débiles e imperfectos, son su mayor gloria. Mi dios no me quiere arrepentida de entrega.

Ojalá mañana cuando vayas a misa tu Dios te recompense la desgracia de hoy mirándote desde arriba y asienta admirado como diciendo 
Este es mi chico.


paulasánchez

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