El alcohol, ocho euros con sesenta y ocho que al final se quedan en siete y medio la hora, cenar fuera de casa, la bisutería étnica a propósito, la fecha de devolución del depósito de garantía, la imagen [una generación de niñás idénticas], dejarte subir en las escaleras mecánicas de la Gare de Cannes dándote cuenta de que ahora tú también formas parte del rebaño somnoliento que acude a cumplir una función en la colmena a las seis de la mañana, la negativa automática a tiempo al tiempo, la sobrevaloración de la universidad, el desgarro atronador concentrado en la i griega y la a que completan el término Ya, el cainisimo del Ahora, su ligadura al Yo, el despotismo disfrazado de democracia, las gorras de limosna vacías a la puerta de centros comerciales (las ganas de vomitar).
- Profe, yo quiero ser como tú, quiero ser blanca.
Las bolsas de Zara en papel reciclado, los envases de maquillaje caducado, pactar con la casera un el presupuesto de luz y agua a principios de mes, tu mano entre mis piernas, devolver los excesos a finales, la existencia injustificable de ciertos cigarrillos, tu pasado, las otras, ¿Suprimir mensaje? Suprimir todos los mensajes, los ojos rojos por la mañana, el bar de alterne de la insuficiencia, la imagen [quítate la ropa y dime en qué te quedas], el día cinco de cada mes, pensar en hacer la revolución mientras oyes a tu cuerpo pronunciar voilà son café au lait monsieur, recordar cuando tirabas las medias al mínimo descosido (mirarte al espejo y sentirte un puto retal).
- Profe, llévame a España contigo.
Las casas francesas que combaten los signos de fatiga y de envejecimiento, las horas vacías, los celos, el binomio querer necesitar, las básculas, los signos de interrogación que abrazan mi derecho a los juicios de valor, los gajes del oficio: las manos cuarteadas, la espalda derrotada, los pies ansiando recuperar su descalza naturaleza, mi bello perfil de cariátide sustentando el sistema capitalista, la imagen [las leyes gravitatorias que atraen tu totalidad en torno a una sustancia polvorienta y blanquecina: el placer visual], la lucha de clases declamada por un sindicato español, rozarte una llaga y la consciencia certera de que tan solo se trata de la punta del iceberg, el gusto por la demasía, volver a casa sin ti, fumar sin estar acompañado, no sentir un ápice de interés por las vidas ajenas que se exhiben en facebook (la tuya incluida).
- ¿Tú qué quieres ser de mayor?
- Yo, profe, turista.
Las cifras del paro en tu país de origen, los contras, versus y demás palabras esclavas del sistema meritocrático, el pensar en ti ebria, la degradación interna, las tres tarjetas de crédito, los atentados publicitarios, el lunes empiezo, los suelods congelados y los sueldos vitalicios, la exaperante tendencia humana a los celos y la celosía, la familia léxica del verbo exigir, el miedo a acabar solo, el epíteto depredador que todo lo califica, las prerrogativas, los padrenuestros dichos deprisa y corriendo, los tacones sin tapa, los taxis por pereza, tu espalda la noche en que claudicaban mis adentros físicos y metaforícos, la gula, la marginación, el consumo por amora al arte, el desdén, los escaparates y demás superficies reflectantes en los que uno se busca sin cuartel, el empobrecimiento cultural, el y después ¿qué? (la flaqueza de los despueses).
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Los deberes como ciudadano. La legañas de la conciencia occidental. La ironía de la etiqueta en vías de desarrollo. El deber como obligación y no como voluntad. El lastre de la decencia. La proliferación de las excusas sobre las explicaciones. Las malas hierbas (el miedo a estar enzarzado). La certeza de que solo tienes un cuerpo y una vida y los estás sembrando de minas.
paulasánchez