viernes, 18 de septiembre de 2009

Irse

lo deja a uno en estado de excepción.


Las tropas de la Lejanía (armadas hasta las trancas de ausencias sorprendemente profundas, soledades fuertemente acusadas y diferencias inicialmente irreconciliables) sitian al que parte, despojándolo de su derecho a una llevar una vida digna, a sustituir el concepto de hogar y a experimentar el placer de saberse habitual. (De puro frecuente, este despojo ha acabado por aceptarse como algo casi natural; algo así como la corrupción). Si ocurre así es porque el sentimiento de vulnerabilidad y de mudanza emocional se han abalanzado literalmente sobre el individuo, quien, impotente, siente avanzar su cuerpo entre una explosión de rostros etruscos y mensajes indescifrables, cada uno de los cuales es la mina que pisará un niño, el fusil que rompe la tregua. Esta noche ha habido un número de bajas notable, mi coronel, fue el resumen del combate librado las últimas horas del catorce de septiembre. De él apenas quedan las trincheras ya, pero las trincheras son perennes.

Libremente en el estómago de uno marcha la milicia del Desubicamiento. Se trata de un ataque sin cuartel, en particular los primeros segundos de la primera noche (la primera de las doscientas ochenta y ocho) que uno experimenta (porque el sentirse desubicado resulta de la suma de un cúmulo de sensaciones indefinibles) tumbado en una cama con la que establece una relación de desconocimiento limitado, la certeza de un aclimatamiento cuya localización en el tiempo se antoja altamente impredecible.

Los enseres de uno se acomodan torpemente a la habitación como si fuesen parte del mismo uno que viste, calza y se siente inhumanamente lejos de casa. A los diccionarios, los vestidos y el icono de Taizé les cuesta y se les nota. Los unos descansan en baldas ajenas y necesitan su tiempo para criar polvo a gusto; los otros, que todavía creen que se trata de una estrategia temporal ante un ataque imprevisto, cuelgan de un armario improvisado con aires de camerino (colgarán con los hombros decaídos, míseros ellos, cuando se dén de bruces con los nueve meses de batalla); el icono no termina de encontrar su sitio entre el salón y el dormitorio, donde se retira humilde de las contiendas por el espacio contra el piano y las maletas, respectivamente. La casa, vacía, respira una nocturnidad azuloscuracasinegra tan solo interrumpida por las luces intermitentes de los locales bajo nuestro primer piso.

Afuera, Niza late inherente a sí misma, pactando alianzas con las motos capitaneadas por mujeres en tacones, acordeones con una gorra salpicada de monedas en frente, boulangeries prohibitivas, playas de guijarros, contraventanas de colores y burocracia altanera (todo ejército tiene un traidor) que la obligan a capitular con abordajes camuflados: son en realidad la más punzante artillería al servicio de la ciudad que condecora con un profundo sentimiento de extranjería a aquellos, pobres civiles, que le rogan alto al fuego.


*


Dès lors, tout s'agite: les idées s'ébranlent comme les bataillons de la grande armée sur le terrain d'une bataille, et la bataille a lieu. Les souvenirs arrivent au pas de charge, enseignes deployées; la cavalerie légère des comparaisons se développe par un magnifique galop; l'artillerie de la logique accourt avec son train et ses gargousses; les traits de l'esprit arrivent en tirailleurs; les figures se dressent; le papier se couvre d'encre, car la veille commence et finit par des torrents d'eau noire,comme la bataille par sa poudre noire.

Traité des excitants modernes,
Honoré de Balzac.

1 comentario:

  1. Irse lo deja a uno en un estado de excepción.
    Quedarse lo deja a uno en un estado de desesperación...

    tenemos que hablar de nuestro encargo:):) hay que ponerse manos a la obra un dia por facebook chat!xD

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