jueves, 29 de diciembre de 2011

Don't go away mad (just go away).


Vale ya de tener que peregrinar el eterno camino de Ya No Estamos Juntos. Ya está bien, lo de tener que dar explicaciones a terceros, a cuartos, a octavos, lo de tener que aparecer en sociedad con una armadura puesta y una bandera de exnovia coraje. A la gente le gusta que la dejen en paz. Es más, a la gente le gusta mucho la gente, a la gente le puede gustar otra gente, a mí me gustan otros hombres, otros torsos, me gusta que el placer femenino sea tan anacarado y tan ondulado. No, no me apetece rememorar viejos tiempos y no, no me apetece ser empática con los amoríos ajenos. Me interesa poco volver a los brazos de espinas que en su día me crearon esta herida inalcanzable que tengo en la espalda. Sí, no consigo desinfectarla del todo, se me da mal. Y no pasa nada, porque no da tanta pena y porque la gente prefiere vivir a su ritmo. Si no es mucho pedir, a mí me gustaría seguir con lo mío y pasarme un domingo haciendo pompas de jabón. Porque la realidad es que un día, seguramente más bien una noche, alguien cruzó diez palabras conmigo -cómo sois las mujeres, os agarráis a un clavo ardiendo- y me sorprendí intentando dibujarle desnudo en mi cabeza. Y en ese instante dejé atrás el reseco camino de Ya No Estamos Juntos para engancharme al peregrinaje de He Conocido A Alguien. A veces las cosas pasan así, me he fijado, cuando hay una química tácita entre dos personas. Pero a veces, esas personas dan paseos y otras veces el extraño mundo los manda a trabajar a diferentes países. Y se van, él con su orgullo y ella con su espalda todavía sin curar. No pasa nada aunque sí que pase, aunque de vez en cuando se les abran grietas en los ventrículos cardíacos. No me queda claro por qué hay devolverse a los abismos cuando la gente lo que quiere es poder avanzar y encontrar a alguien que les haga la boca agua, tener sexo inapropiado, no ducharse en todo el día, sorber la sopa, saltar en la cama y que les dejen en paz. Sobre todo eso, que les dejen en paz.


Paula Sanz



Lassitude and philanthropy.



[La de aquí] tiene una paciencia que agoniza y se encoleriza a partes iguales desde que [el de fuera] ha aparecido. [La de la política, la del teatro] no acostumbra a morderse los puños, a mirar con perspectiva, a incitar a propósito la confianza ajena; menos aún, a pasar tardes pendiente de una tendencia al cansancio que se ensombrece ante la fertilidad de espíritu de [ella, la de las espaldas menudas]. Un cristiano no tiene derecho a estar triste y él [aquel de la cicatriz junto a la cadera] ha estado a punto de enlutarle dos días.  

Aquí solo se llora de idealismo.

[La de la estilística] prefiere pensar que es porque empezar implica andar a trompicones, pero ya es el tercer día que cavila joder yo antes de ti estaba mejor, el segundo que [el del contenido] se olvida de que son un jodido prodigio, el primero que [la que escribe] cae en la cuenta de que si todavía no ha dimitido es por mantener la frente alta delante de terceros. Hoy será el único día que [la de Ramón Lobo] tolerará haberse preguntado si el pensamiento unidireccional e introspectivo de [el de Pérez Reverte] no atenta contra su condición de mujer que no frena, quién la ha visto y quién la ve, qué plazo será razonablemente largo como para tirar la toalla y que su conciencia no le recrimine no haberlo intentado lo suficiente.

Tú decides la lástima que damos.

No vale ser astuto de profesión y disfrutar con la radical inexperiencia de la otra: no, gracias a Dios nunca te veo venir y, sí, algún día me pegarán palos a pares, pero no por ello voy a vivir en legítima defensa. No vale no poner las cosas fáciles, soltar la granada e informar, como si tal cosa, de que [aquella cuya compostura aguanta un día y dando gracias] va a tener que lucir una paciencia de santo. Es decir, no vale hacer de las cicatrices de uno [encorbatado] y la pureza de otra [desnuda] una amalgama desagradecida.

Cuándo toca que sea fácil.


paulasánchez

sábado, 24 de diciembre de 2011

Crónica de la noche que.


Barcelona, década de los sesenta
Antes corríamos delante de los grises, ahora llevan uniforme azul. Ismael Serrano


Mira, yo no soporto el tonteo. Antes, cuando me has cogido del brazo, he pensado que parecía… no sé lo que parecía. Mira, yo no quiero tener una relación. Lo máximo que he estado con alguien fue quince días y luego me aburrí. Yo no quiero darnos la mano. Yo no voy a decirte que te quiero, no se lo he dicho ni a mi madre. No quiero que te pienses que voy a dar porque en algún momento me volveré frío y me tendré que ir.

Paula la noche que: No sé si me equivoco pero creo no haberte pedido nunca que me quieras. Muchas gracias. Me parece justo todo lo que estableces: nada de ir de compras, nada de darse la mano –fíjate que ahora estamos cerrando el contrato estrechándolas, sin embargo−. Me parece bien privilegiar el trabajo: mi mayor objetivo es salir de este país. Ahora bien, te digo desde ya que yo no voy a estar contigo solo cuando es fácil. Ni contigo ni con nadie. Y si yo me voy a La Haya, yo sé que voy a querer estar. Y que si tú te vuelves a Navarra, yo voy a querer estar. Me niego a sembrarnos de puntos finales antes siquiera de haber empezado a escribir. Dios mío, no imaginé nunca que ibas a tener este ímpetu −cómo aprietas, cómo respiras−; el día que lo hagamos creo que voy a flipar.

*

Paula luego: Creo que esta cuadriculación es tuya. Muchas gracias. Me niego a ser el escarmiento en el que te han transformado con veintitrés años. Creo que deberías haber luchado por mantenerte indemne de los conformismos de otros. Yo estoy convencida de que el mundo está lleno de buenas personas, que no hay que cerrar los ojos para ganarse uno el sueldo y que el único momento en que hemos de cerrarlos es a la hora de dar –desagárrate del manillar−. Pienso que se te da muy bien hablar –siendo abogado, qué menos− y que las gardenias que te cuelgan de la boca son incompatibles con alguien que tala desde antes siquiera de haber empezado a sembrar. Tú has estado a punto de agrisarme –tú gris y mi rojo no se enfrentan solo de urna para adentro–; yo me he precipitado cosa mala. Está claro que, con la fecha de caducidad ya estampada, aquí lo único que vamos a hacer son las maletas.

paulasánchez

pd. En gris y cursiva, tus palabras. En rojo y de pie, las que nunca dirías.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Cocktail hour under the tree of forgetfulness.

 Somos vírgenes del horror, igual que del placer.
[Louis-Ferdinand Céline]
A ver, que me parece que tú te has olvidado de nuestra electricidad y me parece que yo me he olvidado de ignorarte. Y yo, desgraciada de mí, intentando recordártelo entre copas de champagne pero ya se sabe que en momentos de elegancia una no puede lamerse los labios para provocar. Qué sensación extraña, la de no reconocerte. La de verte más guapo, la de verte mejor y notar que era yo la que se hundía con toda la flota. No sé bien cómo pero mi agua pasada sí que mueve molinos. A mí me movías los molinos ayer a lo lejos, casi imperceptible entre la gente, tú, que antes siempre estallabas como núcleo de magma activa, y fíjate que cuanto más te callas, más me gustas. Y pasaban más y más bandejas, y me rozaban más y más vestidos, y nunca estabas tú detrás de las personas, nunca te oía venir. Te lo perdiste tú, y me lo perdí yo también, y de paso, dimos un espectáculo mudo digno de un aplauso. Después de este tiempo, no hubieses encontrado en mí a una mujer preferible, ni a una mujer que habiéndote reflexionado, decidiera quererte con el corazón en una mano y el útero en la otra. Yo vivo muy tranquila con mi lema de que la mancha de mora roja con mora verde se quita y lamento decir que no te hubiese prometido mi intensa devoción anoche. Pero mezclé tres tipos de tinto porque tuve el buen gusto de procurar anularte en silencio, para mis adentros, con esa neblina de flojera que sonsaca el vino. Curiosa tarea, la de verte arrojar mis gozos a un pozo. Y cuando bajaron las luces, me dieron ganas de arrancar todo mi encaje rojo, prenderle fuego, hacer un giro teatral, fingir un desmayo y despertarme con tus manos en mis hombros. Qué quieres que le haga, me tuve que conformar con quitarme los zapatos. No sé qué decir que no nos hayamos gesticulado ya. Quizás que desde tí, he vuelto a nacer; me lo dicen las blancas líneas de mi melancolía. Y yo, desgraciadísima de mí, viéndote huir como enemigo por puente de plata, en esa ráfaga última de tu perfil a contraluz. 

Allí me quedé, con el maquillaje a medio enloquecer, los pies helados, la vida acelerada. ¿No dices nada?, pensé. No dices nada. No dijiste nada. Allí me quedé.



Paula Sanz.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Frases que solo se dicen al principio.



Podría 

Please make a mistake. orar,
[...] that you and I know [...] asustarte,
I think of you often. trepidar,
Tengo un cumpleaños al que no quiero ir, por si quieres ser mi excusa cómplice o mi acompañante. desgastar,
No sé qué opinarás de eso. tener que reprimirme para no hacer de mi fe una medalla
Me gano que no me contestes [...]. ver venir el alud,
Te voy a decir una cosa y voy a tener quince años. fraguar,
(abrocharme un botón de menos, aparcar las gafas) no reconocerme,
(contar mis pasos y ser consciente de que estás detrás, abrir despacio y saber a desgallardía) no reconocerme,
Me miras más a los ojos cuando les da el Sol. no reconocerme,
Bueno, y ¿qué tal el día?, contemplar el teléfono incrédula


y el paseo de los tristes alegrar, si te pones a bailar. Las estrellas nos alhambran al pasar. 

paulasánchez