miércoles, 20 de abril de 2011

Anatomía de un hasta luego dicho por costumbre.

 
Anthropométries de l'époque bleue (1960)
o las convenciones sociales según Yves Klein.



Serían las cinco de la tarde y ella le dijo hasta luego como habituaba: casi de refilón, insistiendo en que si prorrumpía en conversaciones era por cortesía y no porque pasar a su lado le soliviantase la voz y lo que no era la voz. Él dijo que no, pero hasta luego de verdad.

Lo bueno de hasta luego, no hay de qué, te quiero y demás frases protocolares es que limitan el campo de respuesta del otro y, con ello, las posibilidades de quedarse verbalmente destartalada. Es cierto que "hasta" y "luego" se enzarzan en un tango con deje a pantomima y no a arranque de acordeón enardecido, comenzó a desperezarse su artillería retórica, pero que sepas que yo no hablo a medias, entrecomillado ni mucho menos de mentira.  

La belleza de las respuestas ya acuñadas –y disculpa de nuevo por cerrar el paréntesis de nuestros cuerpos sabiéndose cerca con palabras que ya oíste de otras– no es perceptible al ojo distraído. Los adioses consuetudinarios mullen el abismo al que caen los que se alejan y los envuelven en la calidez de haber nacido de una misma cultura y haber heredado un mismo concepto de lo ritual. Algo más perceptible es el ruido que hacen mis caballerías –las crines alborotadas velan la vista; las riendas se asen por protocolo, como los hastaluegos: yendo a galope no hay rienda que frene– rumbo a empresas desbocadas: 

Lo que yo quiero es contarte uno a uno cada poro. Comprobar que, en efecto, los haces de tus ojos son tostados, pero tostados de verdad, porque a día de hoy no sé si también te los pincelaron de sol o briznas de hierba seca y una no puede vivir con tales incertidumbres. Contornearte la mandíbula cuadrada y el perfil de halcón que te aguerren recreándome en la certeza de que otras jamás te han tachado de halcón ni nada que se le parezca. Cincelar en mi memoria tu olor a tierra castellana,  el tacto de la barba de cuatro días que compensa por todo lo que no robustecen tus espaldas a medio hacer, pero sobre todo de tus manos, tus manos, tus manos, que me tienes unas manos como velas de bajel: tan vastas, tan magnas, tan esbeltas que parecen haber sido concebidas para, enhebrando las puntas de los dedos, cerrarse y contener una mujer dentro –aunque te digo una mujer pero quiero decir yo, ya sabes, no vaya a ser que con la tontería de ponernos líricos vaya a haber malentendidos–.
Bueno, todo eso no se lo dijo, pero lo pensó.

paulasánchez

Achilles' heel.


I dance like I've got diamonds
at the meeting of my thighs.
-Maya Angelou-

Whenever it rains
it rains the delirium of my stride nearing yours.
And whenever I talk
I talk dirty and I talk dross.
Yet I dance
like I've got diamonds at the meeting of my thighs.

Whenever I stop
I stop to amend the urges that won't cauterize.
And whenever I choke
I choke on clay etching my words.
Yet I dance
like I've got diamonds at the meeting of my thighs.

The things that keep us apart keep me inert.
The things that keep me alive keep me alone.

I have no inclination for anyone in sight.
So I dance
like you touched diamonds at the meeting of my thighs.



Paula Sanz.

domingo, 10 de abril de 2011

Scratch.



Después, él no aparecía, no respondía y por supuesto, no venía, y ella bebía sin demora, contra su estado físico, se emborrachaba, le maldecía, pedía otra, seguía maldiciendo, y luego pensaba que así era la vida normal, el orden de las cosas que les suceden a las personas. Y él era tan otorgado, tan regular en ser brillante, tan colocado y tan despreocupado que ella se desesperaba, no sabía cómo parar su idiotez, cómo largarse del enigma marrón que había suplantado a su sombra. Entonces, se acordaba de que solía mantenerle siempre las manos calientes, y la toalla de la ducha era negra, y la calle era amplia y empinada, y ya nada se comparaba con eso. Ningún otro intento fortuito de restregarse las manos con los demás, ninguna toalla era negra de esa forma, y desde luego las calles empinadas eran siempre empiandas de una manera peor. Después, cuando él no llamaba, no doblaba jamás la misma esquina que ella y por supuesto no la veía, ella medía todos los quicios de las puertas y calculaba si la altura del otro era más o menos esa, fingía ser comedida y razonable, fingía entender la situación y fingía que no era frágil, ni una niñata rabiosa, ni una mujer hecha curva afilada.

Ella era, simplemente, y así habia sido, igual a sí misma a lo largo del tiempo. Él era también igual  a como lo estaba siendo en ese instante; ella elegía creerlo así. Elegía saber que el mundo tiene finitas historias y que su vertedero cada vez se llenaba más de historias de mierda. Elegía saber que la hermosura es un estado de los ojos pero que a ojos de todos, la hermosura suya no era nada especial. Elegía saber que otra vez andaba sin inspiración porque ésta se había largado a un rancho arenoso donde crecerán niños rubios con pómulos huesudos.

Después, ella no le llamaba, procuraba no rascarse la herida, apretaba los párpados hasta ver rojo, le maldecía, pedía otra pero no se la bebía, explotaba las moléculas del aire con palabras prescindibles y luego pensaba que así era la vida normal, el orden de las cosas contra el que no iba a pegarse. Y él era (es) tan suavemente difícil, tan alineado, tan melancólicamente invulnerable a su tacto de mujer vulnerada cien veces, que ella se desesperaba (se desespera) y punto.



Paula Sanz.

lunes, 4 de abril de 2011

Este poema carece de título.

Este no es un poema habitual: es un ejercicio. Los cuartetos a continuación presentan una serie de huecos en blanco aún sin rellenar, el título incluido. Toda propuesta será más que bienvenida para no dejar el poema incompleto. Las condiciones son que no hay condiciones: no es necesario respetar el número de sílabas, la rima ni cualquier tipo de convención estilística. Inventarse palabras se valorará muy positivamente :). Gracias de antemano.

La Dignidad Perdida



______________________

Quisiera agradecer a los presentes
su colaboración en la Autocracia
del Ímpetu de Ser(te) entera: gracias
a mi naturaleza reincidente,

a la __________ voz de mi conciencia,
a mi ____________ sentido de lo errado:
ir descalza y por el camino equivocado,
al  ___________ de incongruencias

que desencadenas, a mi avidez
de tu avidez, al cariz incoherente
de la palabra “_____________”
seguida de un Nosotros, a la sed   

que no sacian y al deseo que ancoran
tu ___________ de aguarrás y tus rompientes.  
Quisiera recordarles, igualmente,
que hay reunión _______ a la misma hora.

No vayan a pensarse los presentes
(ni tu avidez ni mis incongruencias)
que he aprendido a tener paciencia
(que voy a escarmentar tan fácilmente).