martes, 22 de mayo de 2012

La tendre race animale.


[...] un monstre qui ne fait que le mal
et qui croit être sûr
de découvrir les causes profondes,
et meurt trop tôt. [...]

Jean Cocteau


Hay una cosa que me impacienta sobremanera y es ver a la gente tranquila ser feliz.

Me impacienta de fuera, tangencialmente, en las conversaciones de las parejas en el transporte público. Cómo no le dejas plantado allí mismo (me pregunto, mordiéndome la lengua, deshecha en resoplidos), entre parada y parada si hace falta, cuando él te habla de banalidades como que hoy en el trabajo sucedió equis y no de lo estremecedora que empieza a ser la perspectiva de tener una izquierda europea sólidamente constituida a base de elecciones y referéndums, aunque sea una bárbara la que convoca estos últimos.


Personalmente, me supone un reto de colosales proporciones ver la felicidad de otros allá donde reside la infelicidad mía. Me impacienta de dentro, taxativamente, cuando me sacan a cenar y me hablan de que hoy en el trabajo sucedió equis, de anteriores parejas o, peor aún, de dinero. Con lo cómodo que sería elucubrar sobre el papel de la sociedad civil en Líbano ahora que están desalojando a la población extranjera por posible contagio con Siria. Una cae redonda. De verdad que la facilidad de la mujer ante ciertos contextos conversacionales es irrisoria.

Impacientarse, como las virtudes aristotélicas y las fiestas de guardar, procede de la costumbre. Nos acostumbra a estimar al ser humano a través de un utilitarismo disimulado: me ofrezco en una medida directamente proporcional al tiempo que se consiga mantener a mi curiosidad boquiabierta. Soy consciente de que mi praxis colisiona con mis postulados: un proyecto de a dos solo tiene sentido ante la sensata determinación de hacer feliz al otro, no en función de lo efímero que sea el camino a la verbena (si se quiere, ¿por qué esperar?) o de lo intenso que sea el pasodoble (la cantidad de adrenalina que se emita en la colisión dialéctica).

Algunos domingos por la tarde me sucede que me cruzo en la vida de alguien que no vive a matacaballo, que representa a esa franja del género humano que bendice la tranquilidad.   Esa que ve impericia en la impaciencia. Esa que no parece preocupada por el miedo que cimienta un modus vivendi consistente en mucho exponerse y poco dormir: morir (demasiado) pronto. Esa que luce destrezas discutibles como tener poca memoria o planear con calma. A una se le atascan las balas de fogueo cuando se sorprende volviendo a casa entre moralejas (Paula, debías haber reparado en la idiosincrasia del curso de la historia: lo que para ti ha de detonar ya, a otros todavía les está pillando de improviso), cuando a una le estriban los líbanos y cuando a una le apagan las verbenas.


paulasánchez

domingo, 20 de mayo de 2012

The bedroom hymns.



Lo pensé, ¿cómo ha descompuesto el tiempo a la niña, que es ahora una mujer de suplicio? En vez de eso, dije:

- Cuánto tiempo. Resúmeme estos dos años en cinco palabras y nos ahorramos las historias cursidramáticas.-

Me he convertido en una mujer de olores, de sábanas que me tragan a los estómagos del sudor agrio, de madrugadas de orín confuso. Perdí la calderilla de fe que me quedaba en un atraco a mano amada; mano que luego, menos querer, desquició del todo. Yo solía ser capaz de parir selvas y darle volumen al viento. No dejaba de pensarlo, ¿cómo ha descompuesto el tiempo a la chica, que es ahora anciana en sus propios miedos? En cambio, te dije:

- ¿Y qué te apetece hacer, a dónde te quieres ir?-

Como si yo te estuviera regalando mi esperanza, a falta de algo más bonito. De las muchas personas que conozco, tú me haces la más buena. No guardo ni una sola tiranía sobre nosotros, ninguna bóveda sucia bajo la cual hacernos daño. Pero ahora me he convertido en una depredadora de instantes y vomito si me paso de piel en los almuerzos. Empecé a pensarlo, ¿cuánto aguanta la delicadeza fresca antes de que le llegue el moho?, y riendo, te dije:

- ...pues sola, solísima.-

Porque si lo dices con gracia, hasta parece mentira. Para mí es tan obvio el deseo de desasirme del hierro espinado y tan imperceptible para el resto. Es complicado entender el siniestro contrapunto entre las apariencias y las ciénagas. Lo estaba pensando, ¿cómo sobrevivir a esta mala partida sin un dios, sin cariño, sin paciencia? No es sostenible, mi frío incólume, no es sostenible esto, y sucedió que se me escapó el sufrir:

- Ya no soporto estar más así.-

***

Cayó una tormenta mientras hacías eses con tu lengua. Por ser tú, me quedé a dormir. De las muchas personas que conozco, tú me haces verdaderamente la más buena.




Paula Sanz.

domingo, 13 de mayo de 2012

Sacré bleu.

Para vivir un año es necesario

morirse muchas veces mucho. 

-Ángel González-


Ya nunca hablamos de esto:
De las veces en que violé el código de los desamparados
a punta de memoria,
de que miro y no me veo reflejada en nadie,
de mi esqueletal concepto de abrazo.
Es todo muy desalentador...

...y ahí está la vida,
conmigo hincada en el lomo hiriente,
silencio agarrando silencio,
conmigo, y ya muriendo.

Solo yo sé de qué vive y de qué muere tu honor
pero ahora he conocido a un poeta
y ya no tengo tiempo
de desearte buena suerte en tu nueva cama
ni de venderte mi droga al oído.

Que la vida no es amable,
eso ya lo intuí,
muy de lejos,
antes,
en aquellos años de juventud.
Es todo muy desalentador...

...pero yo aún te sigo porque creo
que en el fondo hay algo,
y que el arpa cárdena de mis pasiones
no volverá a ser egoísta.

Ya nunca hablamos de esto:
Todo sería distinto si estuvieras aquí
o si jamás hubieras estado,
pero ahora he conocido a un poeta,
boca negra y azules manos,
y hemos apalabrado mordernos los fallos.


Paula Sanz.