domingo, 27 de febrero de 2011

The iceberg of her nakedness.

''each of us having loved the flesh in its clenched or loosened beauty''
-Adrienne Rich-


NOVIEMBRE
Cuando se despertaba, le acercaba a la cama un cuenco con cereales y plátano cortado. -De verdad, qué asco, los plátanos tienen un proyecto de sabor, en serio, un falso intento, pero terminan por ser una plastosidad amarilla, le decía quejumbrosa-. Leían el periódico tirados en la cama, siempre en inglés, siempre solo enfundados en sábanas, y el cuenco al final se quedaba vacío. Como las paredes eran blancas, la oscuridad en ese cuarto era un destilado de luz, una coloración aderezada con un aroma más denso, con más contorno táctil. A él le parecía que el cuerpo pequeño a su lado era una enormidad de mujer. A ella le parecía que había que amar al cuerpo como lo que es, un cuerpo, y no un surtido de defectos, pero solía fallarle a su palabra. Había un cuaderno marrón con una goma oscura sujetándolo, sepultándolo en su clausura, apoyado en la mesilla-¿puedo leerlo?, le preguntaba ella- No podía, no, y ella lo comprendía, porque no sometía sus textos a escaner ajeno tampoco. La miraba desperezarse, arquear ligera su figura nívea, un poco imperceptible, altamente eléctrica. Tres huesos marcaban territorio sobre su delgadez: los hombros (casi  esa elegancia), las costillas (casi desagradable), la pelvis (casi provocativa). Despuntaban también sus pómulos, sus muñecas. Le hubiera gustado hablar su idioma perfectamente, para entenderla mejor. Ella nunca se zarandeó ante esa brecha. -Algo haré para que puedas leerme, escribiré a veces en inglés, aseguraba-. Le gustaba verla así tendida porque era su mejor estado de placidez. Le entraban ganas de soltar frases bonitas, pero estaba desentrenado en el arte de expresar sin parecer incómodo. Sacaba los dedos de paseo, se alzaba impune su deseo. Entonces le entraban ganas de soltar frases crudas, córreme a mí como tú sabes, pero solo le salían gemidos inconexos. Al cabo de un rato, miraban la hora. Siempre se sorprendían, por tarde o por pronto. Dormitaban, hablaban de la tristeza de la cuenta atrás, de la felicidad en los días así. Hablaban de tantas cosas, que siempre parecían pocas. -Cuando no estés, te aseguro que ya no pienso desyunar plátano cortado y cereales. Me haré algo menos sano y más delicioso, se reía ella-.


MARZO
Abre los ojos y se retira el pelo de la cara. Hace crujir las articulaciones, se acuerda de que no queda ni mantequilla ni leche. Le falta terminar un trabajo y mañana tiene que madrugar todavía más que hoy. La angustia la encarcela en la cama, la vuelve mármol impertérrito. La absurda condena de la misma vieja usanza del día a día. Nota que le duele el costado derecho, una contractura, una mala postura al dormir. Respira fuerte, sigue sin sentirse sólida. Tintinea el móvil. ''Hace un día increíble hoy en el sur americano, es perfecto. Qué perezosa eres, levántante ya que nunca te da tiempo a cortar el plátano''. Se estira, se le cambia la cara, ya considera que puede incorporarse.

Sonríe mientras trocea el desayuno.
A veces le parece que no, pero ya tienen la distancia a medio recorrer.
-Qué pesado es con lo de la maldita fruta, protesta-.
A veces parece que no, pero estos dos sí que van a llegar a la meta.



Paula Sanz

sábado, 26 de febrero de 2011

De frutos y de casualidades.


"Lovers le Strange", Expatriate (2005)
o "Les Amants" de
Magritte, setenta y siete años después.


Alguien

nos hizo de piel

para incitar el tacto al tacto y

modeló mis senos, mi cintura y mi pelvis

de una grafía oscilante para recreo de tus manos.

Go on and blame her [coincidence] again for this harmony.

To our stravaganza of upping humanness and downing the blinds,

ven.

Let’s

go halves at physically deciphering the (concealed) labyrinth

que alguien cavó en mis adentros de mujer.

Let’s hold a ball for my pleasure:

tenerte embelesado

for hours on

end.


paulasánchez

domingo, 20 de febrero de 2011

Old habits die hard (or they never do).


"Through all the steps of the years behind them, the steps down a course chosen in the courage of a single loyalty -their love of existence- they had moved by the power of the thought that one remakes the earth for one's enjoyment. The course led them to the moment when, in answer to the highest of one's values, in an admiration not to be expressed by any other form or tribute, one's spirit makes one's body become the tribute, recasting it -as proof, as sanction, as reward- into a single sensation of such intensity of joy that no other sanction of one's existence is necessary.
He heard the moan of her breath, she felt the shudder of his body, in the same instant."
[Atlas Shrugged-Ayn Rand]



Until I can laugh at my heart between your teeth.
Hasta que haga recuento de tragicomedias.
Until I stop living to repay.
Hasta que acabe de partirse mi prudencia.

If we never decide to let our glue dissolve.
Si me sacas lo mejor que produzco.
If I'm fit to be torn.
Si detraigo el desencuentro con mis vicios.

What I had is what I will hold.
No todas pujarán su vida a tu merced.
Give me something that will roll me over.
Estoy harta de no vernos amanecer.


Paula Sanz.


lunes, 14 de febrero de 2011

Caídos en combate.


Unos, que no se lograron medir la geometría en la distancia,
y se les evaporaron los afectos
por osar palabras inexactas para otros.

Unos, que perdieron la fuerza por el corazón
como
c
a
t
a
r
a
t
a
s de menudencia.

Otros, que descubrieron que es el mundo el que vapulea
y no ellos los que hacen brecha en el mundo.
Y se quedaron sin amor que parir a base de actos paralelos, perpendicularmente.

Ay, pero el tiempo entre nosotros.
Ese zumo de los enlaces,
ese coser, ese cantar.
Unos, que vemos caer.
Otros, acosados en el verbo dejar.
Y nosotros,
afortunados hijos de los hijos de la convergencia.
Desesperados bastardos de la inconsciencia.
Nosotros aún queremos querer.


Paula Sanz.


domingo, 13 de febrero de 2011

How to brew a Mediterranean storm.

L. Aguilera

Step 1.

Te repartes de a tres las twentytwofifty turkishlira [once euros veinticinco pronunciado con acento turco] que cuesta una botella de rakı [bebida local con pinta de vodka y sabor a anís]. Pierdes en el tumulto de Taksim [lo más neoyorquino de la capital turca] un perfil de hombre a medio camino entre lo europeo y lo persa que ha sabido mantener el tipo haciendo crítica social breves instantes atrás. Te oyes murmurar gule gule [adiós] y agradeces haberlo murmurado porque no es con u sino con ü.

Step 2.

Te mudas de acuerdo con los estándares internacionales [adecuado al gusto de un individuo de Europa occidental] de belleza. Sometes el contorno de tu mirada al cerco del khôl negro y te enfundas las lentillas, uniformizas [oprimes el florecimiento cromático de] tu piel con polvos color carne [color raza aria]. Te enfundas ropa de fiesta [te embarcas en un vano intento de dar forma a una pieza de tela pero eres exclusivamente una estructura ósea con capacidad conversacional y el intento no da la talla, tanto literal como metafóricamente].

Step 3.

Exilias el anís garganta abajo santiguándote ante la convención social que te exige ingerir para alcanzar la felicidad [el estado de euforia que produce el etanol en tu sistema nervioso central]. Un semicírculo de reloj después te ves reflejada en un espejo entre una fila de botellas; junto a tu reflejo, el del camarero pasando la tarjeta que le acabas de ceder en usufructo para que te cobre el primero de una larga serie de Baileys. Vuelves y, copa en mano, te fundes en la masa de cuerpos oscilantes. Los fotografías. Uno de ellos sale con los ojos cerrados contradiciendo la convención europea según la cual hay que demostrar la felicidad [véase ut supra] de uno en cada documento gráfico. Le señalas su rostro emitiendo una carcajada que los altavoces ahogarán desde su nacimiento. Él advertirá de casualidad tu risa muda. Tu cintura se verá sitiada por un brazo ajeno ipso facto.

Step 4.

Aunque se te traga la vorágine de la masa, estás sola. Los tres cuerpos femeninos con los que te adentraste en el bar se funden con otros de formas opuestas pero fisiológicamente compatibles. Si te separas del cuerpo que intenta demostrarte vuestra compatibilidad, bailas sola. Explicar a las tres conocidas que te sientes sola implica frenar los esfuerzos de ellas por escapar la soledad. Total, visualmente, él no resulta desagradable. Él está mirando de frente. Todos osciláis y de vez en cuando os ilumina un haz de luz fluorescente. Te cedes, hacia delante. Las puntas de las narices juegan al embauque. Posas el reverso de tu mano a medio camino entre las latitudes de su ombligo y su cadera. Su cuerpo es sólido. Ya no estáis oscilando. Recorres con tu aliento el golfo que baña las bambalinas tras su oreja y la duna de su clavícula. Aprendes a qué huelen veintitrés años de Bósforo. Reconoces un movimiento análogo en tu golfo de lado opuesto del Mediterráneo. Él aprende a qué huelen veintiún remordimientos españoles. Unas cejas y una barbilla aprovechan su prominencia para ejercer presión en tu faz izquierda con vistas a obtener acceso a la derecha. Esta se voltea motu proprio. Están a punto de colisionar dos bocas que, si la libido [libido, como corresponde a las urgencias que subyacen a toda piel independiente de su origen, se dice igual en castellano y en turco (y en inglés, francés, portugués e italiano)] hubiese dejado a la geografía seguir su curso natural, nunca deberían haberse encontrado.

Step 5.

Tu sentido del despropósito y, paradójicamente, la imagen de un perfil a medio camino entre lo europeo y lo persa hablando de política atropellan las misiones de exploración y otros menesteres de los que iba camino tu lengua. "Mira, yo no he venido aquí a calentar a nadie por falta de alternativas de ocio", te oyes informar a una amiga. "I’m sorry, I think I’m gonna go home [la habitación del primer piso de un hotel donde barato califica desde la tarifa hasta el nombre]", le explicas preguntándote hasta qué punto son necesarias las explicaciones y creíbles tus disculpas. En cualquier caso, la brusca retirada de las tropas no parece avasallarle con desasosiegos. Haces acopio de tus pasiones meridionales por un lado; de la entereza castellana y la tradición católica por otro (si da igual una punta de Europa que en la otra, si ya nos conocemos) y abandonas el local. Et bien voilà, has sido una hora en la vida de alguien.

paulasánchez

lunes, 7 de febrero de 2011

No man's land.

Carl Bower.

*
Quién va a querer a quién,
si ya no sé si querer es una palabra lícita,
si siempre alguien quiere de más
y a uno siempre lo quieren de menos
y lo quieren mejor siempre tarde.

*
Dame el beneficio de la duda, espérate a que llegue, no seas torpe, no te regales para y por el instinto animal. No caigas en la pena del solitario ni abuses del privilegio de no atar cuerdas. No intentes comprender lo que no te explico; las cosas que no te digo van a favor de mi protección y en contra de tus pies en polvorosa. Recuerda que yo recibo las balas con la calidad de mi mejor sangre solo si tú no te cambias de trinchera. Sobre todo eso; no acuñes la traición de los mediocres: no te cures a base de cardenales femeninos anónimos. Espérate a que llegue y luego, entonces, quítate la duda, dame puerta, haz que me columpie o abre la cama.

No me niegues la cruz que me pertenece, no ignores mi penitencia, no cruces intenciones y te hagas el feliz. Sin paños calientes, tráete la montaña de los trapos sucios. No te voy a mentir pero voy a procurar deslizarte las verdades. No te pierdas y escúchame, que no está el mundo para ser tontos. Recuerda que yo no me vendo al mejor postor, sino al peor desleal. Que hagas mal tu superación, que te arrodilles y te duelan las costillas de la angustia, que creas verme por el rabillo del ojo, que no te cambies de bando. Sobre todo eso; no me dejes con una mano delante y ninguna detrás. Si cuando vuelva no cuadramos las posiciones, si no somos filo de la misma navaja púrpura, entonces, sugiéreme la salida, abre la nueva veda, hazme un paquete con todas mis meteduras de pata.

Qué quieres que te diga, estamos en una guerra estática que me está costando el hígado. Desde mi sitio, no veo tus movimientos; tú los míos desde el tuyo tampoco, pero me oyes blasfemar al aire tu ausencia. Yo no reculo en localizaciones, tú no sé hasta qué punto sigues mis dictámenes.

Qué quieres que te diga ya, si yo estoy cansada de enterrar soldados que un día prometieron infinitos y duraron un mísero asalto.



Paula Sanz