miércoles, 18 de agosto de 2010

Las malas hierbas.


El alcohol, ocho euros con sesenta y ocho que al final se quedan en siete y medio la hora, cenar fuera de casa, la bisutería étnica a propósito, la fecha de devolución del depósito de garantía, la imagen [una generación de niñás idénticas], dejarte subir en las escaleras mecánicas de la Gare de Cannes dándote cuenta de que ahora tú también formas parte del rebaño somnoliento que acude a cumplir una función en la colmena a las seis de la mañana, la negativa automática a tiempo al tiempo, la sobrevaloración de la universidad, el desgarro atronador concentrado en la i griega y la a que completan el término Ya, el cainisimo del Ahora, su ligadura al Yo, el despotismo disfrazado de democracia, las gorras de limosna vacías a la puerta de centros comerciales (las ganas de vomitar).

- Profe, yo quiero ser como tú, quiero ser blanca.

Las bolsas de Zara en papel reciclado, los envases de maquillaje caducado, pactar con la casera un el presupuesto de luz y agua a principios de mes, tu mano entre mis piernas, devolver los excesos a finales, la existencia injustificable de ciertos cigarrillos, tu pasado, las otras, ¿Suprimir mensaje? Suprimir todos los mensajes, los ojos rojos por la mañana, el bar de alterne de la insuficiencia, la imagen [quítate la ropa y dime en qué te quedas], el día cinco de cada mes, pensar en hacer la revolución mientras oyes a tu cuerpo pronunciar voilà son café au lait monsieur, recordar cuando tirabas las medias al mínimo descosido (mirarte al espejo y sentirte un puto retal).

- Profe, llévame a España contigo.

Las casas francesas que combaten los signos de fatiga y de envejecimiento, las horas vacías, los celos, el binomio querer necesitar, las básculas, los signos de interrogación que abrazan mi derecho a los juicios de valor, los gajes del oficio: las manos cuarteadas, la espalda derrotada, los pies ansiando recuperar su descalza naturaleza, mi bello perfil de cariátide sustentando el sistema capitalista, la imagen [las leyes gravitatorias que atraen tu totalidad en torno a una sustancia polvorienta y blanquecina: el placer visual], la lucha de clases declamada por un sindicato español, rozarte una llaga y la consciencia certera de que tan solo se trata de la punta del iceberg, el gusto por la demasía, volver a casa sin ti, fumar sin estar acompañado, no sentir un ápice de interés por las vidas ajenas que se exhiben en facebook (la tuya incluida).

- ¿Tú qué quieres ser de mayor?
- Yo, profe, turista.

Las cifras del paro en tu país de origen, los contras, versus y demás palabras esclavas del sistema meritocrático, el pensar en ti ebria, la degradación interna, las tres tarjetas de crédito, los atentados publicitarios, el lunes empiezo, los suelods congelados y los sueldos vitalicios, la exaperante tendencia humana a los celos y la celosía, la familia léxica del verbo exigir, el miedo a acabar solo, el epíteto depredador que todo lo califica, las prerrogativas, los padrenuestros dichos deprisa y corriendo, los tacones sin tapa, los taxis por pereza, tu espalda la noche en que claudicaban mis adentros físicos y metaforícos, la gula, la marginación, el consumo por amora al arte, el desdén, los escaparates y demás superficies reflectantes en los que uno se busca sin cuartel, el empobrecimiento cultural, el y después ¿qué? (la flaqueza de los despueses).

*

Los deberes como ciudadano. La legañas de la conciencia occidental. La ironía de la etiqueta en vías de desarrollo. El deber como obligación y no como voluntad. El lastre de la decencia. La proliferación de las excusas sobre las explicaciones. Las malas hierbas (el miedo a estar enzarzado). La certeza de que solo tienes un cuerpo y una vida y los estás sembrando de minas.
paulasánchez

domingo, 15 de agosto de 2010

Remember me as a time of day.

Mýkonos-Grecia

La sinestesia en la boca del estómago
cuando se cuelan los dedos,
los dardos en las yemas de la pasión.
Las cantimploras hasta arriba de asco,
la injusticia en las rifas,
el desprendimiento de rutina,
lo que suene coronando la última erección.

El Ónfalos que buscamos,
los charcos de Dios entre líneas,
pagar la bondad a hurtadillas,
no saber qué decirles a los huesos
para quitarles la angustia
de morir en vertical.

La geometría pesada a la mañana siguiente,
los ladrillos devorando pétalos y gente,
las niñas que deprisa
olvidaron la miel.

Mejor recordadme como un momento
en mitad de un gran día,
con pálpito de girasol
y vino de artesanía.

Mejor incineradme junto a mis astucias,
y escribid sobre el agua con ellas:
oídos vírgenes a palabras sucias.




Paula Sanz

martes, 3 de agosto de 2010

Quédense dentro y cierren las ventanas.

La vida a ultranza responderá a tu nombre.

                                           Y habrá que aprender a no fatigarse,
                                           a sujetarte la mirada con estacas.

Vendrás sembrando los cauces de antítesis y de manzanas contraproducentes.
                         Y yo decidiré si me vales todas las penas. 


                                                                                                                                  Tú me enseñarás a dejar de lad
la contraofensiva.

                                   Yo
                                   seré más llevadera cuando haya olvidado
                                   cada cara y cada palabra de cada hombre
                                   que se me encalló dentro.


Joder con los laberintos que me costará desatascar. Joder cuando me alivies las llagas. Joder más despacio que deprisa.


                            Yo voy a ir donde tú estés, permaneceré hasta que caiga la nieve,
                            luego haré el equipaje y te haré un hueco en una hoja de papel.

                            No tengo intención de quedarme con el recuerdo de tus llantos.
                            No tengo intención de perpetuarte más allá de la farola de una calle milanesa.
                            
Bienvenidos al tortuoso camino que nos incita.





Paula Sanz