miércoles, 30 de septiembre de 2009

Le jazz et le gin



Concédeme una tarde de jazz; tú, sí, tú, no él, no ningún otro.Digamos que nadie eleva la voz por encima de la nota más perenne, que solo hacemos esto porque estamos condenados a estar solísimos. Puedes fumarte un cigarro, o sacrificar el humo con palabras, me da igual. Te pido únicamente que me cuentes historias, las más torcidas y alcoholizadas, sobre pieles pálidas y cremosas infectadas de tanta sábana sucia. Mientras ahogo mis labios en ginebra, tú sigue, por lo menos hasta que se me duerma todo por dentro, y explícame qué sentido le encuentras a que esto gire, a que el cuerpo se nos vuelva harapiento, a los vínculos partidos por el camino a causa de la pereza intrínseca de ser medianamente humanos. Háblame de quién eres y de quién buscas, perfílame el contorno exacto de tus exigencias, defíneme perfección, y si se termina la música, por favor levántate y pide que toquen otra.

En una tarde de jazz vale casi cualquier cosa, así que rozaré el tercer vaso de ginebra con hambre, la boca hecha arena, los surcos del pintalabios emborronados por todas partes. No vale, en cambio, que me toques en una tarde de jazz de esa manera tan ambigua, con el peso suficiente como para que yo esté tentada a malinterpretarte. Tienes que guardarme la distancia, es más por mí que por tí, porque yo habré bebido con más rabia y con más volúmen que tú, y no quiero perderme. Como mucho, agárrame la mano, y haz que me crea por un momento, que no vas a sujetar ningún hueso como sujetas el mio; no con el mismo amor, y no con el mismo ánimo. Hazme reir muchísimo, porque si el destino último de estas horas juntos es la soledad descarnada, quiero estar repleta de una risa densa y azucarada.
Y cuando ya estemos llegando al final, y yo apenas pueda sostenerme, mírame el tiempo necesario, dime que yo alcanzo a ser lo que deseas, que tu cuerpo le pide al mio sexo a gritos, dímelo: que si tuvieras que querer, sería a mí. No importa que no sea cierto; me conformo con ver cómo sale de tu garganta algo tan maravilloso. Espera a que te sonría de vuelta, a que me tape la boca con la mano derecha, a que te suelte culaquier frase descompuesta y desorientada, y dalo todo por concluído.

No te pido más que esto. Concédeme una tarde de jazz; tú, solo tú, no ningún otro.
Si tengo que lanzarme a vivir en la orfandad de este mundo estropeado, quiero haber experimentado el éxtasis de ser nosotros.






Paula Sanz.



2 comentarios:

  1. Hay algo en el jazz que es sinónimo de seducción, de noche y de hombre. No sé qué es, pero con ninguna otra música me pasa. Eso sí, jazz siempre siempre siempre, si significa algo, es improvisación y tú a tu hombre y a tu noche dejas improvisación la justa en el fondo xD..

    ResponderEliminar
  2. Mira que lo leí hace años, y que bonito llegar a verlo de nuevo de casualidad, espectacular blog, no sabeís la huella que dejaís cuando alguien se pierde por aquí un momento y se llega a identificar medianamente con algo...

    ResponderEliminar