jueves, 29 de diciembre de 2011

Lassitude and philanthropy.



[La de aquí] tiene una paciencia que agoniza y se encoleriza a partes iguales desde que [el de fuera] ha aparecido. [La de la política, la del teatro] no acostumbra a morderse los puños, a mirar con perspectiva, a incitar a propósito la confianza ajena; menos aún, a pasar tardes pendiente de una tendencia al cansancio que se ensombrece ante la fertilidad de espíritu de [ella, la de las espaldas menudas]. Un cristiano no tiene derecho a estar triste y él [aquel de la cicatriz junto a la cadera] ha estado a punto de enlutarle dos días.  

Aquí solo se llora de idealismo.

[La de la estilística] prefiere pensar que es porque empezar implica andar a trompicones, pero ya es el tercer día que cavila joder yo antes de ti estaba mejor, el segundo que [el del contenido] se olvida de que son un jodido prodigio, el primero que [la que escribe] cae en la cuenta de que si todavía no ha dimitido es por mantener la frente alta delante de terceros. Hoy será el único día que [la de Ramón Lobo] tolerará haberse preguntado si el pensamiento unidireccional e introspectivo de [el de Pérez Reverte] no atenta contra su condición de mujer que no frena, quién la ha visto y quién la ve, qué plazo será razonablemente largo como para tirar la toalla y que su conciencia no le recrimine no haberlo intentado lo suficiente.

Tú decides la lástima que damos.

No vale ser astuto de profesión y disfrutar con la radical inexperiencia de la otra: no, gracias a Dios nunca te veo venir y, sí, algún día me pegarán palos a pares, pero no por ello voy a vivir en legítima defensa. No vale no poner las cosas fáciles, soltar la granada e informar, como si tal cosa, de que [aquella cuya compostura aguanta un día y dando gracias] va a tener que lucir una paciencia de santo. Es decir, no vale hacer de las cicatrices de uno [encorbatado] y la pureza de otra [desnuda] una amalgama desagradecida.

Cuándo toca que sea fácil.


paulasánchez

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