miércoles, 26 de mayo de 2010

En los corrillos se tacha a nuestra culpabilidad de antirrepublicana.


- Existe una ley que condena la reconjugación de los pretéritos de un amigo. Se trata de una ley general y absoluta que únicamente tolera los géneros triangulares en un futuro no próximo.
- Mira, puedes contarme todas las historias que quieras sobre códigos penales –que hacen penar las fiebres de la carne–, puedes exigir constituciones al frenesí de los cuerpos, pero no te engañes, que aquí no hay más absolutismo que el de dos bocas que se buscan. Así que quítate la toga de Licurgo de turno: tus leyes, mis cojones.
El deseo carnal es un déspota ilustrado: todo por el individuo, pero sin el individuo. La certidumbre humana de vivir un éxtasis, de ser a solaz, lo condena a una esclavitud vitalicia. Podemos jugar a disfrazar las dictaduras epicúreas con segundas ilustradas y estratagemas liberales, podemos dárnoslas de literatos –si quieres volvemos a recitar juntos puedo escribir los versos más tristes esta noche, si quieres volvemos a corregir juntos a Maquiavelo–, de productos de las Luces, pero no te engañes, que aquí no hay más producto que el interior y bruto resultante de nuestros instintos ni más luces que las que queremos apagar. Puestos a traicionar, hagámoslo a oscuras, que los remordimientos nacieron para morir bajo censuras opacas y muera, citando a Voltaire, quien sostenga lo contrario.
Tú más que nadie sabes –porque a ello te dedicas, porque por ello destronas a cualquier otro– que no hay derechos sin deberes: al derecho de asilo que ejercen mis ansias, tu deber de acogida. Sobran los referéndums en tierras de mujer decidida: la coalición de mi raciocinio y mi pelvis a favor de tus regencias termina tildando de prescindible toda tentativa democrática.
Así que ahora que estamos compartiendo esta silla como quien establece un protectorado y se reparte una tierra ajena con una potencia que temporalmente ejerce de aliado, ahora que me he comido las distancias adrede, ahora que la punta de cada nariz se ha distribuido instintivamente el espacio –tú a mi izquierda, yo a tu izquierda–, ahora que respiramos al unísono –estás oyendo el sonido uniforme de los alientos, estás sintiendo mi calor en dosis sucesivas y efímeras sobre el comienzo de tu mejilla, estás confirmando que el tuyo se yuxtapone a escasos milímetros, te estás planteando si nuestros aires se entrelazan bajo el cobijo expectante de nuestras ventanas-, ahora que nuestras pupilas tienen dificultades para sostenerse de puro próximas, ahora que estas se debaten entre mirarse las unas a las otras o delinear con las pestañas los contornos de los labios del otro, ansiosos de exiliar las cautelas –poco más y me roza tu barba de dos días–, ahora háblame de leyes.
paula sánchez

1 comentario:

  1. Hasta LUEGO.
    Hacía tiempo que no leía algo tan ROTUNDO.
    Qué manera de hacerse un hueco, de hacerse entender, de hacerse.
    Me encanta!

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