miércoles, 14 de julio de 2010

Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo.



Una aprende rápido que en Italia la gente considera de mal gusto compartir la comida. La saliva del otro no se toca, y sin embargo, gli italiani están muy dispuestos a beberse ya no solo tus vientos, sino el pozo entero. Veramente, non posso explicar de qué forma convergen Corso Buenos Aires y Porta Venezia, ni cómo una se enorgullece al notar que su idioma siempre da la cara, que si yo creo que es, asumo el atrevimiento de mi afirmación. Los italianos lo condicionan todo, credo che sia, y venga a respaldarse en lo hipotético y pies-para-qué-os-quiero como la cosa se ponga fea. Pero, de nuevo la incoherencia, de nuevo gli italiani en busca y captura, con los corazones puestos en bandeja -como si nos sobraran- haciéndote creer que loro sono l'amore, que los cuerpos sirven para ser muchisimo más que eso, que ellos son agua oxigenada en cada rasguño maltrecho a la española.

Una comprende que los italianos son un pueblo de mercaderes, y que io e poi il resto. Yo y mi vida, yo y el uso que hago de mis ojos, yo, y si hay suerte, tú. Y es sorprendente cómo luego tienden la mano, cómo saben mirar hacia otro lado cuando una llega con su agresividad de raza, y sin guardar las formas, tira por tierra los pilares del buen comportamiento femenino. Cuando una destroza a patadas el refinado sentido de la cortesía que apaña tan bien a Italia entera. Cuando una dice déjame, lo ordena, lo condena, lo espeta al más puro estilo de mujer españolísima desde lo profundo.

Una se da cuenta de que en Italia el tiempo se mide con un criterio estético. Fa bel tempo, fa brutto tempo, como si la cobertura midiera la grandeza de las pieles, como si una boca perfilada y unos dientes rectos valiesen su peso en oro. Y una, que lo hace con una pizca de moral, hace buen tiempo, hace malo, no sabe si eso será considerado flaqueza del alma por sus nuevos compatriotas. Si se le notará de lejos que viene con la marca española de la dulce modestia.

Pero lo más difícil es cuando una se para a pensar en tutto ciò che avrebbe potuto essere io e te, si no fuéramos tú y yo. Si tú no hablases un idioma de azúcar y de mentira, si yo guardase en el cajón la histeria ibérica, si la desconfianza de mí para tí quedase anulada con las voces, si yo captara una décima parte de lo que pretendes decirme,

si no fuera tan extraño no reconocer en el otro la cadencia brusca y deslizante del verbo español en imperativo.



Paula Sanz.





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