jueves, 15 de octubre de 2009

Mais n'te promène donc pas toute nue.


Hay historias cuya existencia ostenta la levedad de una miga de cruasán; la nuestra es puro hojaldre. De la crème Chantilly sobre fuente de plata oxidada. La mejor Pêche Melba del Negresco derramándose en una cascada ebria lienzo de seda abajo. Una alfombra de luces de latón explayándose en detalles para un horizonte azul que ni la escucha. Tus fachadas con maquillaje descascarillado, que ya sé que lavas con jabón de Marsella y sales de lavanda. Y que nuestras escaramuzas no se consumarán en verbenas de farolillos y acordeones, sino esquinadas entre una contraventana abierta y un cartel que vede mi desnudez, eso también lo sé. Me da lo mismo. De hecho, hasta lo prefiero.

Los hay que sacian, como Madrid, que acobardan, como Oriente, y que retan, como tú. Y te voy a ser franca: la una podrá blandir una rutina afilada, el otro disparos a pares (a pares de piernas de mujer), pero como tus esencias tunantes, nada. Y qué más da. Total, los tres se saldan con un esbozo de mujer desvalijada: o se huye, o se provoca la desaparición escalonada de las palabras propias, o se asiste a la conversión de ciertos principios que se juzgaban arraigados. La conversión. Mmmouais. El trueque: mi entereza sin sal por tu vaivén bañado en ron de Martinica. Qué se siente cuando la inestabilidad de uno vuelve inútiles los tacones ajenos, solo tú y tu empedrado asalitrado lo sabéis.

Ahora bien, que no se te suban los humos de Gauloises a tu cabeza de azur. No voy a derramar ni lágrimas morenas ni amargas palabras hispanas por que un acento provenzal, un pasado italiano y un presente excolonial se deshagan en halagos. (Si basta con que me hables en francés para que algo suene a elogio.) No voy a dejar de mirarte a la cara por mucho que te tumbes boca abajo, frenesí occitano. Si estás harto de que horade tus espaldas con mis talones delcazos (para descalzos, tus motivos); la falda a la cintura, los labios sin pintar. Sírveme pastis y deshazte del agua en la fuente del Palais de Justice. Dame fuego con tus manos de adoquín francés.

Eh ben non. Tus simulacros de desidia tienen los días contados desde que firmo mis confesiones con un solo apellido. Como tú. Ahí va: no receles de mis noches de bachata en Túnez ni de mi improvisación acelerada en torno al mero hecho de existir. Es el efecto que produces, se siente. Sabes perfectamente que en ninguna otra noche saben más bohemios los cigarros abalconados ni suenan más amargos los acordeones limosneros. Eres sobradamente consciente de que ni todas las rosas del mundo vendidas por magrebíes con barba de dos días sustituirían a tu piano callejero. (Chi va piano, va sano. Chi va sano, va lontano.) Y yo estoy extralimitadamente convencida del poder de mis alientos sobre tus vientos mediterráneos. ¿O quién hay acaso que te respire como yo?

Desmenucémonos, martes nizardo, que rivalizamos en laberinticidad: mis grietas, tus entrañas.
paulasánchez

1 comentario:

  1. si te soy sincera, me resulta dificil de seguir, en parte porque no me sé la historia(privadito s'il te plaît!), y en parte, porque me distraigo recreándome en cada frase fantástica que me voy encontrando.

    ''Para descalzos, tus motivos.''
    Amén.

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