martes, 3 de noviembre de 2009

Haste makes waste


7:45 de la mañana.

Sujetador, como aquella vez en aquel recobeco, sin poder agarrarme a nada, se me resbalaban las palmas, y él abarcaba tanto espacio-dentro, fuera- que despojarme de toda la piel que hiciese falta no me importó. Y si tuve ojos, fueron solamente suyos, y si tuve boca, en aquella esquina endemoniada, mi boca solo respondió siendo boca de otro, algo más que una boca, una vida, una maravilla, una declaración de intenciones.

Bragas, estampadas con guitarras, sí, y te ví sonreír, ¿a ver?- dijiste, y yo deslicé brevemente el pantalón, entrelacé mis dedos por dentro, saqué una esquina, qué negras eran y qué blancas las guitarras, blancas las luces de los coches que no dejaban de arrasar la noche, y negra la noche tejida a nuestro alrededor, el cromatismo ideal de tu cara, la lata de cerveza vacía en mi mano. ¿Me acompañas a comprar algo de comer?. Tu voz sonó como el mejor sonido de voz, y se me ocurrió la idea de rozarte, queriendo, la mano, con el miedo y la exquisitez con la que se barren las cuerdas de un instrumento.

Pantalón, y pienso en mí cuando los huesos aún no se habían ensanchado, cuando las líneas rectas de mi contorno lo eran aún más-si cabe-; pienso en los árboles que éran simplemente verdes, y las horas, que no mataban, que se coloreaban deprisa y a lo loco, sin conocer, casi sin padecerlas. Era vertical la vida entonces, unidireccional, plenísima, y sabía a aire frío y a pan, a témperas rojas, celestes, púrpuras.

Camiseta, joder, me he vuelto a manchar; bueno, da igual, me importa más bien poco lo que este piense de mí. ¿Qué hago aquí? No tengo ningún interés, sinceramente. Me quiero ir a casa, tengo que hacer unas llamadas. Vale, Paula, ''hacer unas llamadas'' no, ''hacer una llamada''. Joder, ¿qué pasa? No pasa nada, no es nada raro. Dios mío, ¿y este que está diciendo ahora? Asiente, asiente, que va a pensar que no le escuchas. ¿Qué hora es? Igual no me da tiempo a llamar...bueno, lo intento. Sí, me apetece que charlemos. Y este qué, ¿no va a callarse nunca? Ahora mismo pido la cuenta.

Zapatos, que sin tacón hacen la pierna menos bonita, eso yo ya lo sabía, pero cuando lo dices me hace gracia, me haces gracia, y son tan insoportables las dimensiones en las que te despliegas, me gustan tanto, que siempre me río, y presto atención a lo que haces, a cómo te pasas los dedos por el pelo, a cómo te rascas el cuello incipiente de barba, para luego poder escribirlo con la misma precisión con la que yo te experimento.

Chaqueta, que luego siempre, siempre tengo frío. Hay un morado casi permanente delineando mis labios. En ocasiones, incluso no puedo articularlos bien. La chaqueta, sí, que luego siempre, siempre me la tienen que prestar. Y se me quedan olores ajenos en la sangre que no hacen más que recordarme que si no fueras un capullo y te tuviera, no estaría huérfana de olor.



7:58 de la mañana.
Vísteme despacio, que tengo prisa.







Paula Sanz.

2 comentarios:

  1. Déjame adivinar: se te ocurrió una mañana, te pasaste el día en la uni dándole vueltas al texto y en cuanto volviste a casa te pusiste con él... :)!

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