martes, 18 de agosto de 2009


Las palabras que siguen a continuación se concibieron encadenadas con el objetivo de rendir un sonoro homenaje. Cobrarán sentido única y exclusivamente si consiguen representar fielmente al original. Así, dado que Gonçalo se levanta con la música sonando baixinho en los cascos, se va a duchar y enciende la radio, se mete en el coche y pone la música, y así sucesivamente, quien quiera leer esta entrada está obligado a abrir Spotify y darle a Parachutes, de Pearl Jam. Insisto. Quien no se vea presto a seguir estas instrucciones, es imprescindible que deje de leer.




Gonçalo es una abstracción de humanidad.
Se ensambla en la memoria desordenadamente
en un todo complejo
y permanece en ella a modo de collage.
Las imágenes de Gonçalo se suceden por asociación de momentos,
sus frases se atropellan formando pilas de palabras impregnadas
de la cadencia portuguesa,
tengo instalados sus silencios (cómplices sabios pacientes)
color café
como
remansos de dicha entre mis torrentes internos de desasosiego.

Para torrente, lo dolido y lo confeso
en el último momento.
Para torrente, el afán de entrega que apenas sí cabe en su figura
exigua, casi
espiritosa.
Cómo es posible dar tanto
con las manos tan consumidas y apolilladas por el olor a tabaco.
Cómo es posible acusar tanto
-entre punzada y punzada de mirar hastiado-
la carencia de estímulo, la piedra bajo las suelas cuando esta
asfalta la vida.

Inventamos banderas para izarlas entre todos
y esperamos que las personas se icen solas.
Gonçalo se dice en proceso de izado independiente
pero la independencia no escuece:
acuchilla.
La bandera de Gonçalo –en jirones de unicidad–
ondea por días al ritmo que le imprimen
su condición de bohemio de Baixa portuense
–y su consciencia de la misma–,
el pesimismo de la juventud amedrentada:
los estragos que razón y corazón dejan tras sus contiendas,
y los vientos que alientan el fluir del Duero hacia el
Atlántico.

Queda Porto salpicado de colillas de Gonçalo
(fuma en tanta cantidad y con
tanta naturalidad
como se regala a dos desconocidas);
queda Madrid desprovisto de él
(queda Madrid enfermo, por tanto, de un vacío abisal);
queda Paula revolucionariamente mudada
(queda Paula con las ganas de hacerle reír);
queda Gonçalo como baremo del valor de las personas:
en comparación con él…;
queda el día a día todavía más mediocre.


Cuántas jodidas saudades de ti.



paulasánchez

2 comentarios:

  1. LA ÚLTIMA PARTE ES BRUTAL. ME HA GUSTADO MUCHO.
    NO TODO EL MUNDO TIENE LA SUERTE DE QUE LE REGALEN ALGO TAN BONITO COMO ESTA ENTRADA.

    ResponderEliminar
  2. Uf, el último párrafo.
    Uf, la última línea.
    Uf.
    Me encanta que, cuando yo no sé decir algo, tú lo cuentes de una forma tan fácil y tan evidente.
    Cuántas jodidas saudades, si.

    ResponderEliminar