domingo, 29 de noviembre de 2009

The nearness of you.


No es más complicado que los moños que me retuerzo justo encima del cuello. Lo de dar el paso, digo. A veces, cuando se me sueltan los mechones y me entra la rabia, es la misma sensación que experimentarás tú cuando intentes agarrarme la mano y yo salga corriendo alocada hacia los brazos de otro. Y me anclaré risueña a una espalda cualquiera, porque pensaré que tu no te atreves. A dar el paso, digo. Lo fundamental es tener el pelo flexible. Así, al retorcerlo, se puede hacer de manera compacta y sólida, sin tonterías. No como tú. Si ves que me intereso, será que me intereso. Si ves que siempre digo que no me gustan los trapicheos ni las chiquilladas, será por algo. Si ves que cuando sujeto el pelo, el ímpetu viene desde la muñeca, será que si no, el moño se viene abajo.

Tú te vienes acobardando. En lo de dar el paso, digo. No te creas que no lo sé. Igual que sé que si la goma está dada de sí, el monumento de cabello dura lo mismo que tus intenciones en público: un microsegundo. Serás testigo de mi calor en el asiento que no está al lado del tuyo. Y vas a buscar, con cara de bobo, entre la masa de amigos, de los que te hacen la competencia, de desconocidos, de las que te avivan las llamas, de las que te dan pereza, de amigas, a ver dónde y con qué propósito he optado yo por dejar mi huella. Animadamente, estaré riéndole las gracias al guapo de turno. O qué te crees. Que para alzar el pelo hay que escoger la gravedad con esmero y disposición, zarandearla, tirar de aquí, de allá, colocar el bulto donde se merece. Para no arrepentirse luego de haberlo hecho mal. Es muy fácil hacerse el valiente y después nada. En lo de dar el paso, digo.

Para asegurarse de que el moño aguantará un vendaval, tiene que estar posicionado tan perfectamente como las piedras de un puente.Como las llemas frías de mis dedos en la mejilla masculina más cercana. Aquí la única persona que me hace sentir ígnea eres tú, qué le vamos a hacer. Y si me entra el miedo ante el regusto de unos labios insípidos, ante la muerte, ante vivir estropeada, ante el error, voy a pensar en tí. Que estarás deshaciéndole el tocado a una cualquiera. Como un buen cobarde y un buen imbécil. Pero el pelo recogido siempre con una chispa de tirantez y otra de desenfado, para no desequilibrar la balanza ni cagarla antes de tiempo. No sé si te suena de algo.

Realmente, lo peliagudo es conseguir hacerlo deprisa, con astucia, queriendo, queriendo mucho, de un solo gesto, con las maniobras contadas y las fuerzas repartidas.
Lo peor es controlar el temblor, el sudor en las palmas, las esquinas escurridizas, la forma que tiene el pelo de colarse por todos los rincones y hacer cosquillas. Aunque, de verdad, lo más difícil es intentarlo a la primera, no vaya a ser que no salga y te desanimes. Lo que ocurre es que si te estoy diciéndo que vas bien, es que vas bien. Si asiento y sonrío, será que me gusta cómo lo haces. Estás a punto de caramelo y a mi me urges. Me urge.

Lo de que des el paso, digo.




Paula Sanz.


1 comentario:

  1. Tia, no sé qué pasa que a veces te dejo comentarios y luego no los veo. Te dije la última vez quehabía flipado con la entrada, q me encantaba, y que iba directa a facebook, como ya he visto que viste :)

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