lunes, 19 de abril de 2010

Kilimanjaro.


De un tiempo acá, la mediocridad está de capa caída. Ella, que en sus empieces iba de punta en blanco. No sé si sabes que mediocritas significa literalmente “a la mitad de una senda escarpada” (ocris quiere decir montaña rugosa, que a su vez viene del griego ακρος: alto, agudo, extremo), así que no es culpa tuya que estés a medio camino, tampoco de la mediocridad por existir; es culpa de la sociedad actual, que tacha de andrajoso el estar en pleno ascenso: no valoramos que estemos subiendo, sino que nos crucificamos por no estar ya arriba.
Ακρος también ha dado lugar a acérrimo. No hace falta que venga yo a decirte que para enemigos acérrimos, nosotros mismos. Que la cima que más cuesta no es la de las expectativas ajenas precisamente. A los que tenemos la tendencia natural a otear el horizonte en contrapicado no se nos debe olvidar que el prisma también puede estar recto. O que podemos tirar por la borda los catalejos (de catar, que curiosamente hoy en día hace referencia a las papilas gustativas pero antes significaba mirar, hacia la lejanía) y demás bártulos accesorios: todo, salvo tu sed de aprender y aprehender*. Tanto tú como yo embarcamos en puertos memorables, ahorrémonos el entrecomillado, y el pasar de almirante a polizón, pues, quieras que no, escarnece. Para qué nos vamos a engañar. De arribar aun más lejos, de crecer, mejor ni hablamos. Yo me digo que es cuestión de tiempo, que el ser humano reacciona por estímulos y que ya vendrán mejores marejadas que mezan mis barcos de vapor y no vuelquen mis pateras, pero en el fondo sé que no son más que excusas de capitán sin capa (nada que ver el uno con la otra, viene de caput, capitis: cabeza; no hacen al capitán las vestimentas sino el pensar).
*
Rebus angustis animosus atque fortis appare; sapienter idem contrahentes vento nimium secundo turgida vela.**
Horacio

Cada vez me doy más cuenta de que el remedio para las úlceras más virulentas es el alcohol tibio de las respuestas que apaciguan. Quiero decir que tenemos unos veinte años que colisionan por todos lados con el aurea mediocritas que aconsejo** (y mira que a mí también me pasa, lo de quedarme con el regusto amargo de saber que mis consejos no me los creo ni yo, que no acierto a que las palabras que regalo sean las más conmovedoras ni las más necesitadas). De un tiempo acá, decía, a todos se nos cae la capa (y a todos nos traiciona un poco el alcohol). Porque el manto de la gracia, el estilo, la pasión, el orgullo, la seguridad y la admiración ajena abriga, pero pesa. Y no deja de ser un sobretodo, vaya, que se pone y se quita con la misma facilidad con la que Lupe viene y Lupe se va. Ya sabes a lo que me refiero (porque llevo una hora robando tus palabras, porque no hago sino reformularte).

paula, en minúsculas


* Te tengo asociados estos dos verbos por defecto.
** Muéstrate valiente y alegre en la adversidad; cuando el viento sopla demasiado a favor, el sabio recoge las velas.
Échale un vistazo a
http://remacle.org/bloodwolf/philosophes/Ciceron/officiis1a.htm

2 comentarios:

  1. Vaya, gracias por la rapidez, la fotografía y el mensaje. La conjunción -¿o ha sido más bien su disociación?- de los tres elementos me ha traido vagos recuerdos, perfumados de jazmín y lavanda, pero aquella de suaves aromas que sólo se encuentran en tierras jacobinas. Me gustaría pensar que uno, por más ambicioso que se pretenda, no se perderá en la ascensión de la senda escarpada. Sin embargo, si éste fuera el designio de los dioses o mi sino me consolaría en el pensamiento de saberme acompañado. Porque a través de la palabra podemos convertir la realidad que nos rodea. ¡Qué belleza!

    O.

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  2. Certero: cuántos nudos desenmaraña la etimología, cuántos equívocos y máscaras disuelve.

    Un abrazo.

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