martes, 4 de enero de 2011

Ni para teatro de barrio, valemos.

(C. MacNeill)


TROFIMOV: ¡[Varia] Pone demasiado celo en las cosas, se mete en lo que no le importa. Durante todos estos meses de verano no nos ha dejado en paz ni a Ania ni a mí, tenía miedo de que entrásemos en amoríos. ¿Qué le importa a ella? Y además, por mi parte ni siquiera había atisbos de ello, ¡estoy muy lejos de la banalidad! ¡Estamos por encima del amor!

[…] LIUBOV ANDREEVNA: (enfadada, pero conteniéndose) ¡Tiene usted veintiséis o veintisiete años, pero parece un colegial de segundo año! [...] De candor no tiene usted nada, es usted un cándido presumido, un hombre ridículo y extravagante, un monstruo… "¡Estoy por encima del amor!"... ¡No está usted por encima del amor! ¡Lo que le pasa es que es usted sencillamente un desmañado […]!

El jardín de los cerezos, Chejov

*

EL HOMBRE (dando vueltas por la habitación incesantemente, los zapatos con lustre pero sin rumbo, la mirada perdida en el techo): Hoy he asistido a una charla fascinante, querida, (pronuncia separadamente cada sílaba) fascinante. El problema financiero internacional. Nada más (se estira el chaqué) y nada menos. El ponente ha estado sencillamente sublime. La crema (enfatiza describiendo en el aire con el dedo índice de la mano derecha un remolino ascendente; la izquierda permanece dentro del bolsillo izquierdo, LA MUJER cuenta los segundos para que EL HOMBRE eche una ojeada distraída al reloj que guarda en él) de la intelectualidad. ¡Y la sala, casi vacía! (acompaña sus exclamaciones lanzando los brazos al aire) ¡De verdad que no me lo explico! (tal es su zarandeo que tiene que salvar su sombrero de copa de caer al suelo, se cala de nuevo el sombrero y reanuda la marcha frenética) La semana próxima versará sobre China. No quepo en mí de impaciencia…

LA MUJER (simultáneamente al comienzo de la intervención de LA MUJER, EL HOMBRE saca el reloj del bolsillo y le dedica un rápido vistazo, sin frenar su caminar extraviado): Durante tres años pensé que podría aprender chino, pero me di cuenta de que no. Ninguna lengua sabe de dinero. Por mucho que lo intentes. No se dejan aprender. [No se dejan. Creo que esto te sonará.]

EL HOMBRE: …El problema internacional (se plancha innecesariamente con las manos la raya impecable de los pantalones), tiene una solución bien sencilla, ¡hombre! ¡Evidente en épocas de liberalismo económico! (su indignación provoca el tambaleo del sombrero de copa) ¡Invertir en los mercados emergentes! ¡Sudamérica!...

LA MUJER (al tiempo en que LA MUJER toma la palabra EL HOMBRE toma su reloj, lo ojea, lo devuelve al bolsillo y vuelve a describir sinsentidos sobre el suelo de madera): Cuzco, de emergente, tiene bien poco. Cuzco es un valle encajado, por no decir hundido. En Cuzco, de noche, se desperezan Los Andes y lo abrazan porque hace harto frío. Aquí, en cambio, hace tanto calor que apenas sí alcanzo a respirar. Creo que voy a abrir un poco las ventanas. [A ver si alguien hace lo propio con tus ojos.]

(Un haz de luz grisácea, luz de luna velada de niebla, vierte algo de claridad sobre la parte izquierda del escenario, cuya tupida penumbra vetaba hasta este momento la apreciación de LA MUJER al público, únicamente intuible por la voz. La mujer está desnuda. El cabello le cae suelto sobre los hombros. No solo está desnuda: está también despeinada.)

EL HOMBRE (tributando a LA MUJER el mismo atisbo desatento que al reloj): …Independientemente. No dejo de darle vueltas a qué será de mí dentro de unos meses. No sé si dedicar mi vida a las leyes (sopesa ladeando la cabeza, el sombrero de copa casi vuelve a precipitarse)… o a las finanzas… o quizá un puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores… no sé qué le pasa a este sombrero…


paulasánchez

1 comentario:

  1. En una palabra: exquisito.

    No sé qué me gusta más: la innovación, la foto, la estructura o tu firma en cursiva.

    Yo no sé por qué nadie te ha descubierto aún, de verdad;)

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