domingo, 13 de febrero de 2011

How to brew a Mediterranean storm.

L. Aguilera

Step 1.

Te repartes de a tres las twentytwofifty turkishlira [once euros veinticinco pronunciado con acento turco] que cuesta una botella de rakı [bebida local con pinta de vodka y sabor a anís]. Pierdes en el tumulto de Taksim [lo más neoyorquino de la capital turca] un perfil de hombre a medio camino entre lo europeo y lo persa que ha sabido mantener el tipo haciendo crítica social breves instantes atrás. Te oyes murmurar gule gule [adiós] y agradeces haberlo murmurado porque no es con u sino con ü.

Step 2.

Te mudas de acuerdo con los estándares internacionales [adecuado al gusto de un individuo de Europa occidental] de belleza. Sometes el contorno de tu mirada al cerco del khôl negro y te enfundas las lentillas, uniformizas [oprimes el florecimiento cromático de] tu piel con polvos color carne [color raza aria]. Te enfundas ropa de fiesta [te embarcas en un vano intento de dar forma a una pieza de tela pero eres exclusivamente una estructura ósea con capacidad conversacional y el intento no da la talla, tanto literal como metafóricamente].

Step 3.

Exilias el anís garganta abajo santiguándote ante la convención social que te exige ingerir para alcanzar la felicidad [el estado de euforia que produce el etanol en tu sistema nervioso central]. Un semicírculo de reloj después te ves reflejada en un espejo entre una fila de botellas; junto a tu reflejo, el del camarero pasando la tarjeta que le acabas de ceder en usufructo para que te cobre el primero de una larga serie de Baileys. Vuelves y, copa en mano, te fundes en la masa de cuerpos oscilantes. Los fotografías. Uno de ellos sale con los ojos cerrados contradiciendo la convención europea según la cual hay que demostrar la felicidad [véase ut supra] de uno en cada documento gráfico. Le señalas su rostro emitiendo una carcajada que los altavoces ahogarán desde su nacimiento. Él advertirá de casualidad tu risa muda. Tu cintura se verá sitiada por un brazo ajeno ipso facto.

Step 4.

Aunque se te traga la vorágine de la masa, estás sola. Los tres cuerpos femeninos con los que te adentraste en el bar se funden con otros de formas opuestas pero fisiológicamente compatibles. Si te separas del cuerpo que intenta demostrarte vuestra compatibilidad, bailas sola. Explicar a las tres conocidas que te sientes sola implica frenar los esfuerzos de ellas por escapar la soledad. Total, visualmente, él no resulta desagradable. Él está mirando de frente. Todos osciláis y de vez en cuando os ilumina un haz de luz fluorescente. Te cedes, hacia delante. Las puntas de las narices juegan al embauque. Posas el reverso de tu mano a medio camino entre las latitudes de su ombligo y su cadera. Su cuerpo es sólido. Ya no estáis oscilando. Recorres con tu aliento el golfo que baña las bambalinas tras su oreja y la duna de su clavícula. Aprendes a qué huelen veintitrés años de Bósforo. Reconoces un movimiento análogo en tu golfo de lado opuesto del Mediterráneo. Él aprende a qué huelen veintiún remordimientos españoles. Unas cejas y una barbilla aprovechan su prominencia para ejercer presión en tu faz izquierda con vistas a obtener acceso a la derecha. Esta se voltea motu proprio. Están a punto de colisionar dos bocas que, si la libido [libido, como corresponde a las urgencias que subyacen a toda piel independiente de su origen, se dice igual en castellano y en turco (y en inglés, francés, portugués e italiano)] hubiese dejado a la geografía seguir su curso natural, nunca deberían haberse encontrado.

Step 5.

Tu sentido del despropósito y, paradójicamente, la imagen de un perfil a medio camino entre lo europeo y lo persa hablando de política atropellan las misiones de exploración y otros menesteres de los que iba camino tu lengua. "Mira, yo no he venido aquí a calentar a nadie por falta de alternativas de ocio", te oyes informar a una amiga. "I’m sorry, I think I’m gonna go home [la habitación del primer piso de un hotel donde barato califica desde la tarifa hasta el nombre]", le explicas preguntándote hasta qué punto son necesarias las explicaciones y creíbles tus disculpas. En cualquier caso, la brusca retirada de las tropas no parece avasallarle con desasosiegos. Haces acopio de tus pasiones meridionales por un lado; de la entereza castellana y la tradición católica por otro (si da igual una punta de Europa que en la otra, si ya nos conocemos) y abandonas el local. Et bien voilà, has sido una hora en la vida de alguien.

paulasánchez

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