lunes, 28 de marzo de 2011

When in Paris.

Am I snapping the excitement?
If I pack away the laughter
and tell you how it feels.

La memoria de las cosas suele ser más rigurosa que nosotros mismos,  por eso ahora somos residuo de la antigüedad clásica, yeso de otras paredes. Ha hecho falta que me vaya a París, a tu primerísimo destino europeo, para entender esto. Después de recorrerme infinitamente esta ciudad que no te pega nada -por lo señorial, lo selecto, lo refinado, y connota todo lo previo en negativo- he captado que tú de mí te acuerdas poco. Te acuerdas como te acordabas de París en nuestras noches de insomnio, te acuerdas como un regalo, agradable pero fugaz. Hablas de mí las menos de las veces pero cuando lo haces se te acomoda la voz en un bonito recodo del cuerpo y te salen palabras masticables y esféricas, y todo lo que dices tiene un olor a gloria pasada. Hablas de mí como a mí me hablabas de tu París, de las esquinas elegantes de los cafés, el Pont Neuf que en realidad es el puente más viejo, de los puestos de limones y ostras. En cambio, tan pronto se trastoca tu conversación, me desvanezco en tu boca, se te redireccionan los gestos y respondes a tus inmediatos de otra manera, presente, unívoca, total. Y a mí, igual que a París, me pierdes por las profundidades de tus escombros. 

Y ha hecho falta que yo pise estas aceras, que me trague de golpe la Plaza de la Concordia hirviendo, los acordeonistas tocando Jacques Brèl, que llegue al Louvre con los zapatos polvorientos de los Campos Elíseos, que me quede mirando con cara de perro callejero a los emparejados; ha hecho falta que yo te echara en falta hasta tal límite que eligiera morirme por voluntad y no por ímpetu, por deseo de mi derecho a morir, solo por no sentir que te me ibas y peor: que tú ya me habías dejado ir. 

Al estar aquí, imaginándote con seis años menos (seis mil mujeres de menos también), mucho antes de que yo apareciera como un nervio sobre tus manos y pies, la vida me ha parecido extraña y no la he querido. Porque estando en Francia yo estaba en Italia, por cada bistrôt he visto la palabra mozzarella, por cada au revoir he soltado un permesso, por cada edificio decimonónico he preferido al David de Miguel Ángel. He aquí nuestra maldita diferencia, nuestro punto de (contra) partida: yo mantengo, tú recuperas. 

Y ha hecho falta que viniera a París para saber que yo soy tu Europa, sus calles ancestrales, Europa de sabores, Europa de cintura para arriba y España de cintura para abajo (ese lugar donde llega todo tarde y si llega, llega mal). No soy tu continente, y menos tu contenido. 

Así que tres días después de marcharme, regreso para elevar el ancla, para volverme remota como un homenaje, para liberarte de tu estigma. Para soplarte en el oído por última vez mira si serás tonto, que no quiero que dejes de serlo nunca.

Hasta aquí nosotros, corazón. Europa te despide en este punto del camino.
Haznos justicia.



Paula Sanz

2 comentarios:

  1. Dios. Mío.
    Laas últimas dos palabras.
    Y el texto entero. Crees que se puede adelantar la cena de negocios?

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  2. Pero...¿cómo puedes dar forma a sentimientos tan desbocados y borrosos?
    Mis felicitaciones. Has pintado un hermoso retrato de un sentir, y al mirarlo no sólo lo he reconocido, sino que he lo he disfrutado.
    Por favor nunca dejes de escribir!

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