domingo, 21 de agosto de 2011

No es ma, es pero.

 Threatening Presence, 1976
R. Motherwell


Esta es la historia de un chico que no sabía de arte y una chica que no sabía bailar. You see, I’ve been thinking about what you said the other day. About you liking classics. To be perfectly honest, that’s an awful pity. Do please let me explain modern art to you. Vale, vale, vale experimentaba él una profunda diversión porque a todos los extranjeros les encanta esa palabra y la inconsciente tendencia española a repetirla hasta la extenuación.

Él tenía los ojos de un cobalto rutinario,  tantos rizos como ella ganas de contárselos, una distancia entre hombros innecesariamente sugestiva y una tez demasiado morena para el gusto de ella; la de los ojos que se esmaltan al Sol, la de los pechos renqueantes, la de las piernas presentables. It was painted in protest at antidemocratic regimes after the Basque village was bombarded by German and Italian troops in 1937. Que no te enteras, que Guernica somos nosotros. 

Ella sabía más italiano de lo que él se imaginaba, y es que procuraba evitar los afloramientos de idiomas galanes porque, cuando él se explayaba en –ziones (la o abierta), -itàs (la a abierta) y otros placeres sensoriales, ella perdía la compostura de los que acompañan por casualidad. Él tenía huellas de tramoyista porque, sin saberlo, le informaba muy solícitamente de que el equivalente de pluscuamperfecto es trapassato prossimo (la o abierta) y a ella, claro, le entraban los calores desde los alambres funámbulos. 

Un buen día, ella fue a despertarle y se lo encontró leyendo en el jardín. Una buena tarde, ella fue a enseñarle la palabra embrague (el subconsciente traiciona y acabó diciendo embriague; en esto último, mejor no detenernos) y se descubrió encontrando fascinante la dinámica de un motor. Una buena noche, ella fue a cedersi y él, con su carcajada franca, le sorprendió distrandosi. So now you girls leave and ima stay here all by myself doing nothing; pues, qué quieres que te diga, ahí te quedes, Dante. Él, con sus labios como pulpa de mango que brota en dos, hizo gala de una masculinidad a prueba de orígenes y esbozó un I thought it would work. Ella retiró el hombro al despedirse: it didn’t work it backfired. Y tanto que si les salió por la culata, pues la historia del chico que sabía bailar y de la chica que sabía de arte es carne de aeropuerto.

paulasánchez

2 comentarios:

  1. :) hacia tiempo que no me metía a leeros. No estaría de más un privadito explicativo jaja Espero que el verano bien, lo menos ajetreado posible :) un beso, rubia!

    Nasty

    ResponderEliminar
  2. oh, me encantan las historias fugaces :) y tu forma de escribir me ha hecho sonreir al menos tres veces en este texto

    ResponderEliminar