lunes, 20 de septiembre de 2010

(Tu) ropa en noches de luna escueta.

Milano.


Así ha querido ser
y así ha sangrado,
la plena luz de la noche escueta
talladita a los huesos de la cadera,
deleitada en el perfil del nervio.

Las voces tibias
que se ramifican para morir
en la blanda lucha de la inercia;
segregar con los labios catapultas.

Rotunda la esperanza
de expurgar las llagas, la desnutrición.
El acoso, el derribo,
ir al amor como a una guerra,
bautizarse en el reclamo de vivir.

Y ya sabía
del tiempo como mañana,
del abandono del camino del ayer.
Así he querido ser
y así ahora ando.
Eterna fidelidad a la gloria,
la cama jugosa,
los ríos de piel.



Paula Sanz

lunes, 13 de septiembre de 2010

A punto de caramelo.




[El suyo no es nombre de tango (ni de hombre); es más bien rock blues acunado bajo la noche cerrada de la stracciatella condensada.]


Descubrir que no queda ropa interior en los cajones, la pobreza desinhibida de quien solo tiene para beber. Caminar por un país cercano donde ninguna cosa te recuerda a casa. Tener, por lo tanto, que construirte una en mitad de Via Muratori, en frente de Mondadori: Libri e DVD. Las macetas con geranios, las bicicletas oxidadas porque un día, aquí no dejará de llover. Los surcos de los charcos antiguos en el asfalto, el amor hasta en la esquina del mantel, esperarte en Porta Romana, y que llegues con Amaro para compartir entre seis. Que me roben flores gigantes artificiales a las dos de la mañana después de comer tarta de manzana y que me agarres como si fuera sin querer. Dos euros y medio por un manjar y gratis los viajes en tranvía, pizza al forno y couture en las vitrinas. Los ruidos nocturnos no reconocibles, responder al móvil diciendo Pronto?, dibujar en tus costillas el Duomo, pensar en si estarías si te dijera ven.


[El otro no es nombre de mujer; es más bien cabello miel con vino tinto, labios de calle, muslos de acertijos y vaivén.]


Abrir la puerta de hierro forjado en pijama de rayas pero las pestañas pintadas, ver películas italianas mientras te espío por el rabillo del ojo las piernas desnudas y las curvas del pie. Ser capaz de inventar un orgasmo, escribirlo y plasmarlo, pero huir cuando noto que va a suceder. Caer del cielo todos los días y no hacerme daño, aprender a comprar medias en idioma de manos. Sugerirte un tatuaje y rozar tu rodilla, redactar en promedio cincuenta y cuatro líneas, congelar en tus cojines mi colonia y mi fe. Escuchar las historias de quien se cruza en mi camino, mojar pan y repetir de vino, limpiarme las comisuras de las sangres pasadas con la euforia y la candidez. Ser el lamido del lamido humano, ser balbuceos, bucles, jabón y calambres sanos. Marcar con saliva tus pasillos y el rencor.

Vamos, que la ciudad nos pide a gritos, que cubrirnos con fantasmas no disuelve los vicios, vamos, que no quiero que se me escarche la piel.




Paula Sanz

miércoles, 18 de agosto de 2010

Las malas hierbas.


El alcohol, ocho euros con sesenta y ocho que al final se quedan en siete y medio la hora, cenar fuera de casa, la bisutería étnica a propósito, la fecha de devolución del depósito de garantía, la imagen [una generación de niñás idénticas], dejarte subir en las escaleras mecánicas de la Gare de Cannes dándote cuenta de que ahora tú también formas parte del rebaño somnoliento que acude a cumplir una función en la colmena a las seis de la mañana, la negativa automática a tiempo al tiempo, la sobrevaloración de la universidad, el desgarro atronador concentrado en la i griega y la a que completan el término Ya, el cainisimo del Ahora, su ligadura al Yo, el despotismo disfrazado de democracia, las gorras de limosna vacías a la puerta de centros comerciales (las ganas de vomitar).

- Profe, yo quiero ser como tú, quiero ser blanca.

Las bolsas de Zara en papel reciclado, los envases de maquillaje caducado, pactar con la casera un el presupuesto de luz y agua a principios de mes, tu mano entre mis piernas, devolver los excesos a finales, la existencia injustificable de ciertos cigarrillos, tu pasado, las otras, ¿Suprimir mensaje? Suprimir todos los mensajes, los ojos rojos por la mañana, el bar de alterne de la insuficiencia, la imagen [quítate la ropa y dime en qué te quedas], el día cinco de cada mes, pensar en hacer la revolución mientras oyes a tu cuerpo pronunciar voilà son café au lait monsieur, recordar cuando tirabas las medias al mínimo descosido (mirarte al espejo y sentirte un puto retal).

- Profe, llévame a España contigo.

Las casas francesas que combaten los signos de fatiga y de envejecimiento, las horas vacías, los celos, el binomio querer necesitar, las básculas, los signos de interrogación que abrazan mi derecho a los juicios de valor, los gajes del oficio: las manos cuarteadas, la espalda derrotada, los pies ansiando recuperar su descalza naturaleza, mi bello perfil de cariátide sustentando el sistema capitalista, la imagen [las leyes gravitatorias que atraen tu totalidad en torno a una sustancia polvorienta y blanquecina: el placer visual], la lucha de clases declamada por un sindicato español, rozarte una llaga y la consciencia certera de que tan solo se trata de la punta del iceberg, el gusto por la demasía, volver a casa sin ti, fumar sin estar acompañado, no sentir un ápice de interés por las vidas ajenas que se exhiben en facebook (la tuya incluida).

- ¿Tú qué quieres ser de mayor?
- Yo, profe, turista.

Las cifras del paro en tu país de origen, los contras, versus y demás palabras esclavas del sistema meritocrático, el pensar en ti ebria, la degradación interna, las tres tarjetas de crédito, los atentados publicitarios, el lunes empiezo, los suelods congelados y los sueldos vitalicios, la exaperante tendencia humana a los celos y la celosía, la familia léxica del verbo exigir, el miedo a acabar solo, el epíteto depredador que todo lo califica, las prerrogativas, los padrenuestros dichos deprisa y corriendo, los tacones sin tapa, los taxis por pereza, tu espalda la noche en que claudicaban mis adentros físicos y metaforícos, la gula, la marginación, el consumo por amora al arte, el desdén, los escaparates y demás superficies reflectantes en los que uno se busca sin cuartel, el empobrecimiento cultural, el y después ¿qué? (la flaqueza de los despueses).

*

Los deberes como ciudadano. La legañas de la conciencia occidental. La ironía de la etiqueta en vías de desarrollo. El deber como obligación y no como voluntad. El lastre de la decencia. La proliferación de las excusas sobre las explicaciones. Las malas hierbas (el miedo a estar enzarzado). La certeza de que solo tienes un cuerpo y una vida y los estás sembrando de minas.
paulasánchez

domingo, 15 de agosto de 2010

Remember me as a time of day.

Mýkonos-Grecia

La sinestesia en la boca del estómago
cuando se cuelan los dedos,
los dardos en las yemas de la pasión.
Las cantimploras hasta arriba de asco,
la injusticia en las rifas,
el desprendimiento de rutina,
lo que suene coronando la última erección.

El Ónfalos que buscamos,
los charcos de Dios entre líneas,
pagar la bondad a hurtadillas,
no saber qué decirles a los huesos
para quitarles la angustia
de morir en vertical.

La geometría pesada a la mañana siguiente,
los ladrillos devorando pétalos y gente,
las niñas que deprisa
olvidaron la miel.

Mejor recordadme como un momento
en mitad de un gran día,
con pálpito de girasol
y vino de artesanía.

Mejor incineradme junto a mis astucias,
y escribid sobre el agua con ellas:
oídos vírgenes a palabras sucias.




Paula Sanz

martes, 3 de agosto de 2010

Quédense dentro y cierren las ventanas.

La vida a ultranza responderá a tu nombre.

                                           Y habrá que aprender a no fatigarse,
                                           a sujetarte la mirada con estacas.

Vendrás sembrando los cauces de antítesis y de manzanas contraproducentes.
                         Y yo decidiré si me vales todas las penas. 


                                                                                                                                  Tú me enseñarás a dejar de lad
la contraofensiva.

                                   Yo
                                   seré más llevadera cuando haya olvidado
                                   cada cara y cada palabra de cada hombre
                                   que se me encalló dentro.


Joder con los laberintos que me costará desatascar. Joder cuando me alivies las llagas. Joder más despacio que deprisa.


                            Yo voy a ir donde tú estés, permaneceré hasta que caiga la nieve,
                            luego haré el equipaje y te haré un hueco en una hoja de papel.

                            No tengo intención de quedarme con el recuerdo de tus llantos.
                            No tengo intención de perpetuarte más allá de la farola de una calle milanesa.
                            
Bienvenidos al tortuoso camino que nos incita.





Paula Sanz



jueves, 15 de julio de 2010

La vida por costumbre.


Buenos días, por decir algo.
He acudido a la cita (o llamamiento a la guillotina) que habíamos acordado antes de este paréntesis (o salida de emergencia) por educación. Salta a la vista: traigo la frente resquebrajada de tanto ceño fruncido por defecto, las ventanas exhaustas de tanto resoplar por no estallar, los ojos en huelga de tanto aborrecer las vistas, los labios deformes de tanto resistir improperios y la mandíbula desencajada de repetidamente boquiabierta ante la desvergüenza de Occidente.
¿Ve usted la cartera rebosante de papeles que asen mis puños? Son los testamentos de veinte fallecidos. ¿Percibe usted los cardenales sobre mi rostro? Son el eco de veinte piedras desarraigadas de su senda para emplearse en la dilapidación. ¿Observa estos muñones relucientes? Son veinte minas antipersona: después de su aurora no queda sino miseria. Cuidado no tropiece con mi rastro de hojarasca. Es el eco de mis palabras: veinte soliloquios de los cuales ni uno se salva de la hoguera. Y gracias por mandar a colgar este sudario carmesí que socava mi entereza: son las veinte gotas de sangre excretadas en el proceso de reverenciarse reticentes óleos, linos y talones peripuestos ante una frente ramplona pero incondicionalmente alta.
¿Qué (coño) ve(mos), si no es indiscreción?
No, si no hace falta que conteste: sé que va a camuflar su ceguera con estadísticas, tasas y cifras pero es que a mí las matemáticas (cuando al servicio de uno) me ponen enferma. Tiene la humanidad un peso de (mala) conciencia y un volumen de cuentas pendientes tal que me da la risa solo de pensar en cuantificar los daños y perjuicios.
¿Cuánto (mereces, vales, adquieres, precisas, cedes, piensas)?
Cuánto valiente y qué poca patera, cuánta noche y qué poco faro. Hay que joderse. Cuán agria la certeza de saberse incierto: hiel de pomelo. Cuán incomodo el lecho del que va dando tumbos: dosel de rocas. Cuán irónicamente ansiado el tener donde caerse muerto: qué enternecedor por parte del ser humano necesitar una cuna fija donde retornar al cabo de la jornada a mecerse en sus desgracias. Cuán paradójicamente desaconsejable el ejercicio de la razón, se da un aire al desquite que siente el ser humano por la democracia cuando ya la ha vivido en sus carnes. Cuán conflictivos el pesimismo por defecto y las ansias de revolución: las mismas arcadas que produce un cuerpo virgen adyacente a una jeringa infecta. Cuán inquietante la imagen de lo que en su día alumbró el mundo con los pocos haces de sentido que su desequilibrada naturaleza tolera: cirio pascual reducido a cuatro míseras gotas de cera. Cuán vacuas hoy las palabras que otrora se desbordaban de puro orondas: demolir el parlamento por desuso, esperar sentados por amor al arte, claudicar las redenciones y peroratas burguesas (a ver si nos entendemos: los paripés).
Qué de portadas le habremos dedicado a nuestras páginas de sociedad.
En horas de vergüenza, qué poca importancia adquiere lo propio y cuánta lo lejano.
Lo que un día dolió la autocompasión, hoy duele la ingratitud perseverante.
Estamos todos vacíos de puro llenos.
Es sentarse a cavilar y se le saltan las lágrimas a una.
Si me paro a pensarlo ni duele (solo un poco, por inercia).


paula, en proceso de (¿re?)construcción

miércoles, 14 de julio de 2010

Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo.



Una aprende rápido que en Italia la gente considera de mal gusto compartir la comida. La saliva del otro no se toca, y sin embargo, gli italiani están muy dispuestos a beberse ya no solo tus vientos, sino el pozo entero. Veramente, non posso explicar de qué forma convergen Corso Buenos Aires y Porta Venezia, ni cómo una se enorgullece al notar que su idioma siempre da la cara, que si yo creo que es, asumo el atrevimiento de mi afirmación. Los italianos lo condicionan todo, credo che sia, y venga a respaldarse en lo hipotético y pies-para-qué-os-quiero como la cosa se ponga fea. Pero, de nuevo la incoherencia, de nuevo gli italiani en busca y captura, con los corazones puestos en bandeja -como si nos sobraran- haciéndote creer que loro sono l'amore, que los cuerpos sirven para ser muchisimo más que eso, que ellos son agua oxigenada en cada rasguño maltrecho a la española.

Una comprende que los italianos son un pueblo de mercaderes, y que io e poi il resto. Yo y mi vida, yo y el uso que hago de mis ojos, yo, y si hay suerte, tú. Y es sorprendente cómo luego tienden la mano, cómo saben mirar hacia otro lado cuando una llega con su agresividad de raza, y sin guardar las formas, tira por tierra los pilares del buen comportamiento femenino. Cuando una destroza a patadas el refinado sentido de la cortesía que apaña tan bien a Italia entera. Cuando una dice déjame, lo ordena, lo condena, lo espeta al más puro estilo de mujer españolísima desde lo profundo.

Una se da cuenta de que en Italia el tiempo se mide con un criterio estético. Fa bel tempo, fa brutto tempo, como si la cobertura midiera la grandeza de las pieles, como si una boca perfilada y unos dientes rectos valiesen su peso en oro. Y una, que lo hace con una pizca de moral, hace buen tiempo, hace malo, no sabe si eso será considerado flaqueza del alma por sus nuevos compatriotas. Si se le notará de lejos que viene con la marca española de la dulce modestia.

Pero lo más difícil es cuando una se para a pensar en tutto ciò che avrebbe potuto essere io e te, si no fuéramos tú y yo. Si tú no hablases un idioma de azúcar y de mentira, si yo guardase en el cajón la histeria ibérica, si la desconfianza de mí para tí quedase anulada con las voces, si yo captara una décima parte de lo que pretendes decirme,

si no fuera tan extraño no reconocer en el otro la cadencia brusca y deslizante del verbo español en imperativo.



Paula Sanz.





martes, 6 de julio de 2010

Long story short.


Foto: Isabel Muñoz (Edit. La Fábrica)


LA ESPERANZA

Estar ahí,
para irnos.
Por si algún día volvemos
a la estética de oro,
por si nos desencontramos.
No resarcirse,
que no se avale el tanteo.
Por si resulta que sí fuimos,
por la sangre licuada en los imprevistos.

***

LA AMARGURA

Nadie es tanto
como lo que es en otro
ni tan poco
como cuando vive de las sobras.

El viejo hábito de desmitificarnos,
de sustraer el plural,
de serlo todo
y serlo sola.

***

LA CONDENA

Implicada en una intimidad rota,
un cuerpo
o un saco de ceniza,
un efecto
y algún héroe
más de sábanas que de venganza.

Tantos verbos derrochados
para tan ínfimo trecho.
Acunar el agravio
con un pincel
o con piel en cueros,
sentir en la nuca
los silbidos de los nuevos paseos.

Las cosas que no decimos
tienen forma de pánico,
color de ciegos,
y amnesia de vergüenza.
***


Paula Sanz