domingo, 31 de enero de 2010

Applaudir quelqu'un, c'est presque lui serrer la main.


No te ha costado demasiado ubicar los cuatro caminos que nunca parezco cansarme de recorrer, mi tendencia a tildar de cardinal lo nimio, la torpeza de mi retórica cuando no es escrita, la costumbre que tienen mis consejos de coger carrerilla y luego avanzar a trompicones, los prontos que le dan a mi conciencia, la porcelana de imitación que constituye los pilares de mi madurez y el brillo apócrifo que la concede (si por mi madurez fuera, resplandecía lo mismo que el cartel de un bar de alterne).
Parece que alguien fue acumulando en una caja de zapatos vacía todas las piezas de puzle que nunca encajan, los tuercas de más, los botones de repuesto, las tapas de bolígrafo sin bolígrafo y los suplementos dominicales condenados al apilamiento o la decoración de mesas de salón tras un par de hojeadas livianas, y decidió forjarme. Estoy tan mal hecha que me siento incómoda firmando mis textos: un nombre y un apellido imprimen una plenitud que no se corresponde con mis tuertas alcurnias; si lo hago es solo por protocolo.
Tú , en cambio, tienes la capacidad de vestir a quien se vierte en ti con la esponjosa certeza de sentirse capital, de desplegar una Galería de Espejos para las Taras Emocionales en las que, aunque reticentes a mirar -y haciéndolo muy de reojo-, todos nos vemos reflejados, de hacerlo sin avergonzarte, de cogerle del dobladillo a los vacíos que arrastro, de afinar acordeones para adecentar mis tangos. Eres capaz de todo eso y de culminarlo condecorando mi solidez de mármol de Ferrara (yo prefiero llamarla aguante por defecto, no es mas que hormigón armado de Getafe) con tu admiración y confesando que aprendes mucho de mí.
Tú meces mis flaquezas de bolchevique. Me reconcilias con mi humanidad y me alzas. El peso de tu par de años más, tu manera nítida de sopesar nuestra existencia, la fuerza adecuada de tus palabras y tu éxito apaciguando esta díscola vida justificarían el lujo del consejo que se sabe acertado. Y aun así permaneces humilde, joder. Parece que el hacer feliz a los demás no te costase, no te requiriese ningún esfuerzo, te saliese solo. Y es eso lo que más me maravilla: que tu manera de existir no sea adrede. Eres el tipo de persona que consigue que la palabra gracias se quede corta.


*


[…] nada me afecta como la flaqueza de ese bolchevique entregado a su inmunda pasión por la hija del tirano. Acaso nunca hubo tal bolchevique, y es indiscutible que aquella revuelta fue la culminación épica de una poderosa creencia. Aun así, mantengo lo dicho. Las creencias recorren invariablemente un camino natural, desde su sublevación contra otra creencia inicua hasta su transformación en la nueva iniquidad que será preciso destruir. El dolor y la belleza, en cambio, son irrefutables porque no se miden con ninguna creencia ni exigen que ninguna creencia se ponga a su servicio. Ningún hombre vale lo que cree, sino lo que ha deseado y lo que le ha sido dado sufrir. Cualquier hijo de perra o cualquier borrego puede creer cualquier cosa. Los elegidos lo son por el éxtasis o el infortunio. Los mejores, por ambos.


La flaqueza del bolchevique, Lorenzo Silva

2 comentarios:

  1. Genial el fragmento de ''la flaqueza del bolchevique''.
    DEMASIADO ENORME ''Galería de Espejos para las Taras Emocionales''. Me ha e n c a n t a d o.

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  2. gracias, de veras que gracias...no se si llegaras a leer esto, pero es lo mas bonito q jamas me han escrito...tienes una sensibilidad extrema y es increible el uso que haces de nuestro diccionario, q de veras con este blog, se vuelve de verdad rico

    gracias

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