domingo, 10 de enero de 2010

Manual para Héroes o Canallas.


1. Dejarme hojear no es un pasatiempo. No existen los preámbulos gratuitos; al menos, no conmigo. La rueda de reconocimiento es absolutamente indispensable: sienta las bases de esta coalición transitoria y volátil que al parecer estamos rubricando. Tú muestras tu amplia gama de sarcasmos, yo exhibo los aspirantes de mimo que tengo por encantos. Tú tiras los dados, yo avanzo las fichas. Todo está pactado, todo entra en el juego.

2. Es un atentado a mi persona considerarme apta única y exclusivamente para un polvo. Espero que mi edad y mi Erasmus no te lleven a error, campeón: yo aquí no he venido a regalarme. Si bien resulta ciertamente halagador que tus contornos respondan positivamente a los míos, se me antoja violentamente degradante que confines el laurel en rama de mis cruces y mis quinqués a cinco segundos de ceguera sensorial.

3. No poses tus manos a medio camino entre mi cadera y mis muslos si las consecuencias de dicha acción van a ser nulas. Si no vas a acompañar el movimiento de la palabra adecuada, en el volumen adecuado, a la distancia adecuada. Si no vas a cubrirme las espaldas (firmes, hábiles, dispuestas) con tu cuerpo (ajeno, impertinente, tahúr). Si vas a divertirte a costa de mi desconcierto.

4. La inestabilidad, cuando adrede y reglamentada a medias, agrada. Un ni contigo ni sin ti previamente pactado puede valer; de hecho, ameniza bastante las maniobras de adherencia a tu naturaleza evasiva. Cuando mi conformidad no está invitada a la fiesta de tus desapegos, ameniza lo mismo que un velorio.

5. El mostrar interés, o hacerlo más visiblemente que tú, chirría con mi concepción de ser mujer. Esta noche has hecho tu agosto y no has sabido sacar tajada. ¿Que yo puedo seguir apostando un rato más para conseguirte el capricho? Pues claro, corazón, pero subastas de quinceañeros, las justas.

6. Tengo oxidados los mecanismos del flirteo. Hace exactamente un año que no subrayaba los renglones de un sexo opuesto por el mero hecho de sexo y por el mero hecho de opuesto. Me resulta ridículamente innecesario darnos tantas vueltas, sabernos por terceros, el acelerón y la marcha atrás consecutiva, tus paréntesis vacíos, el asunto de los hielos.

7. Tienes una manera de existir a medio camino entre lo sugestivo y lo insufrible de puro escurridizo. Los ocasos de presencia que me gastas, las audiencias intermitentes que me concedes y los duelos a desubicar que me impones no pueden ir seguidos y sin comas. Y menos aún si cabe, coronados con ese jodido deje burlón que le ha dado por enfundarse últimamente a la comisura derecha de tus labios.

8. Discreparé en cualquier debilidad que me achaques (tus facciones multiplican mis bostezos y tu escabrosidad deliberada, mis hartazgos) salvo la fascinación que me provoca el conseguir que te rías. Arrancarte una carcajada, o que el resto ría mientras tú asientes y observas despierto el interés, me proporciona el mismo placer que a ti el sacar punta a tu agudeza.

9. Tu pretérito indefinido a otra le resbalaría, pero para mis veinte costras en las rodillas es un arma de doble filo. La sencilla equidistancia de un cuerpo humano delante de otro cuerpo humano se convierte en un abismo de desigualdades, de desconfianzas e inseguridades cuando se plantan entre medias tus treinta y dos cardenales.

10. Me eriza el vello de la piel, tanto o más que una tiza que rechina, que vayas al acecho de otros cuerpos. Me sabe a lejía que encuentres atractivas otras femineidades. Me produce unas arcadas del tamaño de catedrales, desde el comienzo de la garganta hasta el último artículo de mis principios, que regales tu teléfono a desconocidas en mi presencia. Y, pese a ello, o debido a ello, querer. Pero esto (como los peses, como los debidos, como el querer) ya es problema mío.
paulasánchez

2 comentarios:

  1. ¡Qué contundencia! me encanta esa seguridad que tienes en la vida. Y de lo que has escrito hasta ahora es lo que tiene más fuerza. ¿Me equivoco?. En cualquier caso me encanta leerte. Un beso muy grande desde Sevilla (que está nevando)

    ResponderEliminar
  2. Tu pretérito indefinido a otra le resbalaría, pero para mis veinte costras en las rodillas es un arma de doble filo.

    Por poner un ejemplo entre tanta maravilla. Cuanta contundencia tia, qué gusto:)

    ResponderEliminar