lunes, 15 de febrero de 2010

Érase una vez la dignidad, pero tuve que matarla.


Voy a hacer de la soledad un eufemismo de bébete-el-vino-y-cierra-la-boca. Como una de esas historias españolas, que lo echan todo a perder, me han dejado en la estacada, me han rozado el muslo ansiosas manos en mitad del barrio de la Latina y si se supiera la densa trayectoria de mi esqueleto roído y desesperado, si se contaran todas las dagas que penden sobre mi cabeza, nadie querría una proximidad conmigo. A mí no me hace falta salvación ninguna, recomendaciones de guarde-usted-la-distancia-que-luego-llorar-cuesta, reproches entre línea y línea. Lo que me hace falta es un pedazo de mármol sobre el que cincelar la violación de mi armonía. Chillar y luego prestarle luto al silencio. Me da asco lo que estoy viendo, lo que se me está mostrando, y no quiero a este humano empeorado, a estos gestos egoístas, a mí misma aplastada por los dictámenes de quienes no me escuchan y no comprenden que aquí cada uno barre para casa, la primera yo. Se han encarecido las máscaras del saber estar. Si ahora solo nos costeamos las de fulanas sin escrúpulos- y quizá no debería pluralizar- pues buenas noches, vayan pasando al sórdido testimonio de mis dedos. ¿Dónde se exorcizan mis indecisiones? Que esto ya se etiqueta como ''sinvivir'', como berenjenal al cuadrado, y gracias por su visita, vuelva pronto a por más melodrama.

Parecía sencillo erizar el vello con pulso candente, parecía facilísimo tirar y aflojar dos cuerdas a la vez, pero mira tú por dónde, ahora pongo el grito justo encima del cielo y no basta para cubrirme la locura (o la flaqueza, según se mire). Pero no necesito que me regalen los oídos, y menos que lo haga una raza que me ha matado la esperanza, que me defrauda, que nunca será mejor de lo que fue cuando aún merecía la pena ser un hombre o ser una mujer. La cura de humildad ya me la dí muchas veces. La de espanto jamás resulta ser suficiente. Dejádme en mitad de la guerra, de verdad. Y vuelva usted mañana, que hoy ya me han contaminado la sangre lo justo. No me quedan letras que aporrear, clavos que desclavar, espinas que ponerle a mi corona. Puedo hasta hacer trenzas con los cabos sueltos de hoy, de ayer, de un tiempo a esta parte. Hacen aguas mis principios. Se me desvían las preferencias. Me araña escuchar que lo estoy haciendo todo al revés, pero que no, que no, que tú tranquila. De una manera extraña, algo se me desprende desde el centro innombrable del ser. Cae en picado hasta mi sombra, se rinde, se acurruca, me pide que lo deje estar. ¿Dónde se encuentra la salida para los que no queremos salir? Tensar la dignidad demasiado solo acaba por romperla, y yo voy detrás, sin estructura, hecha vaivén enfermizo, desbaratada, cayendo al hoyo con todos los bártulos insufribles, cayéndome conmigo misma, fantástica la pared lisa que tiene este abismo.Y usted no se preocupe, que mañana le contamos otra de esta idiota y de sus ranas.





Paula Sanz.

3 comentarios:

  1. Gracias, y a mi lo que escribes!!!
    te estas leyendo "Perdona.." dime que si!

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  2. el abismo es una pared lisa, tienes toda la razón.
    y el futuro una carretera perdida hacia el infinito.
    si vas a milano el año que viene será allí y entonces cuando comprendas el cariño con el que compuse mi bluesete,
    esta es mi segunda casa, y es la primera que construyo yo cada día.
    you'll see.

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  3. Anda que me voy un par de semanas y mira qué perlas me dejas en el blog... Chillar y no prestarle luto al silencio. Enorme, como siempre!

    pd. brutales tb la foto y el titulo!!!

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